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La historia de los gemelos Kray, Ronnie (1933-1995) y Reggie (1933-2000) es, en efecto, material de Leyenda (2015, Brian Helgeland), hecho para lucimiento del actor Tom Hardy, quien interpreta con solvencia cada matiz de ambos sociópatas, en especial de Ronnie, médicamente certificado como demente. Sin embargo, no es esta la primera cinta que existe sobre la saga de los Kray, quienes aterrorizaron el peligroso East End de Londres durante los 1960, precisamente la era del swinging London donde fueron, de alguna perversa manera, una suerte de celebridades que se codeaban con cantantes y eran entrevistados en televisión.

The Krays (1990, Peter Medak) daba cuenta del origen y ascenso de este dúo dedicado al robo, la venta de protección y el asesinato. Aquí interpretados por los hermanos reales, no gemelos, Martin & Gary Kemp (célebres por su grupo de rock Spandau Ballet), resultaron una verdadera anomalía dentro del extenso cine de gánsters casi dominado por historias made in USA.

Helgeland, guionista de mérito para Clint Eastwood, Tony Scott y Curtis Hanson; adaptador de novelas de Elmore Leonard, James Ellroy y Dennis Lehane, recurre en esta ocasión al libro documental biográfico The profession of violence de John Pearson, best seller en Inglaterra desde su aparición en 1985.

Helgeland no adapta todo el libro, sólo partes sustanciales que con la monocromática fotografía de ominosas atmósferas de Dick Pope capta el periodo más violento en la vida de los Kray con un giro interesante: la historia es contada en primera persona por Frances Shea (Emily Browning conservando una increíble inocencia ante lo que paulatinamente atestigua), quien fue esposa de Reggie. Es así que la película da la sensación de concentrarse en una historia de amor de barrio que se desvía hacia las oscuridades emocionales de tan brutales personajes. El tema en nada es edificante. Tiene como contrapunto la mirada de Nipper Read (Christopher Eccleston), policía que finalmente apresó a los gemelos.

Apenas quinto filme de Helgeland (hasta ahora el más consistente y el mejor estilizado), vuelve auténticos los ambientes que retrata gracias a un reparto pródigo en actores con sobrada experiencia haciendo papeles secundarios; comparsas de una historia cuyo único efecto especial es el viejo truco de duplicar al actor principal en pantalla. Filme notable sobre la génesis del crimen y su horror absoluto, justo en las antípodas de grotescos panfletos tipo el churro Capo, la fuga del siglo (2016, Axel Uriegas).

En el género opuesto, la comedia, de un tiempo a la fecha es evidente su deterioro por recurrir a vulgaridades. Si bien hay sátiras de grueso calibre y baja calidad fílmica como 50 sombras de Black, hay otras que se regodean en responder a nociones machistas recurriendo a un hembrismo delirante: en Cómo ser soltera (2016), apenas segundo filme hollywoodense del poco brillante alemán emigrado Christian Ditter, las referencias sexuales son la única nota con la que se busca producir risa; su única sustancia es afirmar que cometer locuras representa la definitiva felicidad existencial.

Tal vez este tipo de comedia es gemela a la comedia-clon romántica del tipo Busco novio para mi mujer (2016, Enrique Begné), cuarta (per) versión del guión original de Pablo Solarz hecho en Argentina (2008, Juan Taratuto), en Corea del Sur (2012, Min Kyu- dong) y en Italia (2014, Davide Marengo). Total, que a pesar de sus diferencias y de ser tan divergentes en sus ideas románticas, Cómo ser soltera y Busco novio para mi mujer no superan su condición de simplistas propuestas sobre relaciones sin profundidad ni emoción. Con razón pueden duplicarse o metamorfosearse con tanta facilidad y ninguna originalidad.

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