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La actriz Elena Anaya se implica a fondo en sus trabajos, tanto que atraviesa "vidas con ellos", vive "experiencias tremendas" y eso le transforma y le modifica, pero siempre en positivo, como un aprendizaje.
Así se expresa en una entrevista con Efe en Venecia, donde hoy presenta "La memoria del agua" en la sección Jornadas de los Autores de la Mostra, muy contenta con una película sobre una pareja que ha perdido a su hijo, una historia que invita a la reflexión.
"Pienso que tal vez estas películas nos sirven para reflexionar sobre la crudeza de la vida y sobre qué podríamos hacer todos para construir un mundo mejor y más igualitario, donde todos tengamos más opciones de ser felices", señala la española.
Una historia, la del filme, que le hace pensar en la tremenda historia del refugiado sirio que perdió a su mujer y a sus dos hijos ahogados.
"Mi película es una ficción de cómo lidia una pareja con la muerte de su hijo, que es un drama terrible, pero hay seis mil personas que entre el año pasado y este han muerto ahogadas en el Mediterráneo", recuerda la actriz.
Y esas "seis mil familias de esas seis mil personas ahogadas, no solo tienen que lidiar con el dolor de una persona ahogada, como en nuestra película, sino además con el hecho de ser refugiado".
Unas imágenes terribles y que han dado la vuelta al mundo, pero con las que "parece que Europa se ha dado cuenta por fin de la terrible realidad de los refugiados y de la falta de sensibilización en todo el mundo", señala Anaya.
Una sensibilidad que la actriz lleva a sus personajes, que prepara intensamente para meterse en su piel. "Yo me alimento, vivo de esto (...), porque no los hago desde fuera".
"Hay muchas técnicas, pero esa cara de sufrimiento no la hace el maquillaje. Hay que llorar desde un lugar muy profundo y doloroso", dice Anaya de su papel en "La memoria del agua".
Y para lograr esas interpretaciones no duda en trabajar intensamente o en repetir una escena las veces que sean necesarias, aunque a veces no sea fácil, como recuerda con una sonrisa sobre el rodaje de "La memoria del agua".
"Cuando has hecho una toma 35 veces, como la secuencia con la que empieza la película, que era un plano secuencia, ya no sabes si arrancar la tela de la piscina o tirarte dentro y ahorcarte con la cuerda, llega un punto en el que no puedes más".
Pero el resultado siempre acaba por compensarla porque esos personajes que la transforman son los que prefiere como actriz y como espectadora.
"Como público me gusta ir al cine y que las películas me transformen, me emocionen, me hagan pasar un rato increíble, pero quiero que al salir no solo me haya reído y ya está, sino que me hayan permitido soñar despierta y vivir a través de las vidas ajenas de unos personajes inventados", explica sonriente y con pasión.
Impecable y muy guapa en Venecia, Anaya prefiere los rodajes a las promociones y los festivales, pero reconoce que es algo "imprescindible" para apoyar las películas, así que lo lleva con el mejor humor posible.
Y recuerda riendo su anterior visita al Festival de Venecia, con "Frágiles", de Jaume Balagueró, en la que compartía protagonismo con Calista Flockhart.
"Fue muy divertido estar en Venecia con Harrison Ford en los vaporettos", asegura.
Y sobre su participación en producciones internacionales, afirma que le encanta trabajar fuera, aunque hacerlo en otro idioma siempre es más complicado.
Pero añade: "siempre que paso temporadas fuera de casa, lo disfruto, tengo la experiencia de poder conocer otros países y culturas, pero pierdo mucho tiempo de estar con los míos, que para mí siempre es más importante".
cvtp