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Tongolele se desconcertaba cuando, improvisando, Germán Valdés Tin Tan se metía a su escena, bailaba con ella y la besaba, y Silvia Pinal reconocía que el actor, sabía usar sus labios y muy bien.
Rosita Fornés recuerda las grandes fiestas que el actor encabezaba y Zamorita la manera en que lo ayudó a llegar a México, desde Cuba.
Así era Valdés, una de la estrellas del cine mexicano en cintas como Simbad el mareado, y La marca del Zorrillo, quien hoy cumpliría 100 años de vida.
Hermano de los también histriones Manuel (El Loco) y Ramón (don Ramón en El chavo del ocho), Germán se distinguía, recuerdan quienes trabajaron con él, como una personas sencilla y colaboradora.
Ismael Pérez Poncianito trabajó con él cuando era niño, en El rey del barrio. En una escena, donde le decía que se alejara de la delincuencia, se le olvidó el parlamento, pero eso no le importó a Tin Tan.
“Tenía un alto grado de improvisación, él siguió su parte y cuando terminamos, Gilberto Martínez Solares, el director, dijo que estaba bien y así se quedaba”, recuerda Pérez.
Nacido en la ciudad de México, Germán no siempre fue Tin Tan. Su primer sobrenombre artístico era Topillo Tapas y no gustaba al público.
Un día de 1943, mientras se encontraba de gira con el empresario Jorge Mualme, éste lo sorprendió con el que lo hizo famoso, pero con disgusto.
“Todos se burlaban, hasta el sonido de las campanas que me lo recodaban, se me hacían odiosas”, decía divertido Germán años después.
Ese mismo año el realizador René Cardona lo vio en un espectáculo que presentaba en un centro nocturno de la capital y le ofreció 350 pesos para una escena en Hotel de verano.
Pero fue hasta dos años después que hizo su primer papel estelar en El hijo desobediente, de Humberto Gómez Landero, quien lo dirigió también en El niño perdido y Músico, poeta y loco.
Su filmografía incluyó un centenar de películas, entre ellas las animadas El libro de la selva y Los aristogatos, ambas de Disney, en donde prestó voz a un oso y gato.
Su nombre permeaba Latinoamerica, a donde se enviaban avisos de un próximo rodaje con él y pagaban por adelantado derechos de distribución. Con ellos prácticamente se pagaba la película y ganaba.
Por ello se daba el lujo de faltar a rodajes por sorpresa, como en 1948, que decidió irse junto con su pareja Rosalía Julián, a la clausura de Juegos Olímpicos.
Falleció en 1973, víctima de cáncer de pancreas.