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Pocos lo saben, pero James Bond logró ser detenido en México, por una tormenta solar y... un pequeño avión, llamado Drone.

Antes del rodaje en calles del Centro Histórico de Spectre, en marzo pasado, tres mexicanos fueron responsables de sacar 22 mil fotografías, desde una altura promedio de 40 metros, del primer cuadro de la ciudad.

Durante 18 días usaron un drone, artefacto que está abriendo nuevos caminos para filmar cosas que una grúa normal o la cámara sobre rieles no podría.

Pero hubo dos días, recuerda Balo Bucio, fundador de la empresa Cinexcam, en los que no pudo volarse  debido al fenómeno natural solar que limita la comunicación desde tierra.

“Los productores entendieron, pero finalmente es una cosa nueva para el cine y es dinero por día”, comenta el también operador de la nave.

“Las fotos se van a combinar con escenas, para acercamientos”, revela Bucio, quien lleva tres años dando servicio a producciones audivisuales mexicanas y extranjeras.

El Octocóptero (su nombre real) mide cerca de un metro de longitud, con un peso de ocho kilos (hecho en fibra de vidrio y plástico) que puede volar a 60 kilómetros por hora.

México está llegando a esa cultura en cine y series televisivas, la cual da otro aire visual.

El drone de Bucio permitió a la serie Texas rising, hecha en Durango con Brendan Fraser, seguir a un caballo o en el piloto televisivo de La reina del sur, mostrar cómo una mujer baja las  escaleras.

“El drone sirve no sólo para altura, sino para tomas de media altura o al ras de suelo, que de otra manera serían imposibles”, dice Balo.

“Las fotos tomadas para James Bond son para una composición en posproducción: poner acercamientos a las calles y ellos los combinarán con tomas reales”, indica el entrevistado.

Balo es también stunt (Hombre de piedra) y ganador reciente del Ariel a afectos especiales por El crimen del cácaro Gumaro.

Su preparación como actor de acción le hace valorar desde que llega al set, los riesgos probables y minimizarlos: cables, árboles, frecuencias de radio, velocidad de viento y, como en el 007, la presencia de tormentas solares.

Junto con él está su hermano Juan Carlos, responsable de la fotografía en las tomas.

“Ves la exposición desde tierra, porque ya estando arriba, no puede cambiarse; a veces los productores nos citan el mismo día y la cosa no es así, primero hay que ver el lugar”, dice Juan Carlos.

Balo inició con el proyecto del drone mientras planeaba una serie  sobre vampiros, escrita por él mismo. Fanático de los videojuegos y sus gráficas, no se explicaba por qué el cine mexicano carecía de tomas similares.

Comenzó a investigar, a crear sus propios diseños, hasta que llegó al artefacto, cuyas mejores ediciones son chinas y cuyo costo oscila en los 200 mil pesos.

El uso extendido, paulatino, del drone, hará que los Bucio, junto con la Comisión de Filmaciones de la Ciudad de México y la Dirección General de Aeronática, afinen reglas de vuelos. “Existen, pero sin entender cómo funcionan o las necesidades que se tienen”.

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