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Los temas de “la vida real” inevitablemente pierden algo en su paso al cine.

Le sucede a Día del atentado (2016), noveno largometraje del actor, guionista y director Peter Berg —pero tercero consecutivo que aborda un caso real, después de El sobreviviente (2013) y Horizonte profundo (2016)—, que cuenta lo sucedido en el maratón de Boston el 15 de abril de 2013. El recurso a utilizar es el ubicuo policía ficticio Tommy Saunders (Mark Wahlberg), que es una mezcla de varios personajes reales; detalla qué sucedió ese día y la posterior persecución y enfrentamiento con los hermanos Tsarnaev, Tamerlan (Themo Melikidze) y Dzhokhar (Alex Wolff).

Berg renuncia a profundizar en su premisa. Prefiere hacer un oportunista ejemplo de patriotismo; un convencional melodrama antiterrorista.

Mantiene, eso sí, buen nivel de tensión a pesar de sus similitudes estilísticas con Michael Bay (13 horas: los soldados secretos de Bengasi) cuando plantea acciones simples trabajadas como documental dramático, de cámara en mano y montaje ultra ágil. Berg tiene pues habilidad para narrar la esencia del caso. Su única pretensión es que el espectador se identifique, en especial con su idea sobre cómo luchar contra el terrorismo. De ligero enfoque ante tan horrible hecho, funciona como película de acción. Como forma de preservar el sueño americano alcanza el nivel de un panfleto lleno de clichés.

En un autocomplaciente Hollywood donde la comedia abunda en chistes vulgares, al parecer la salida a esta crisis está en reciclar viejos argumentos, como la ligera comedia, efectiva exclusivamente por el reparto, Un golpe con estilo (2017), tercera cinta para cine del actor-director Zach Braff, con guión de Theodore Melfi (el director de Talentos ocultos), basado en el argumento de Edward Cannon, filmado como Going in style (1979, Martin Brest) para lucimiento de los entonces veteranos Art Carney, George Burns y Lee Strasberg, actores poseedores de suficientes tablas escénicas para encarnar un grupo de simpáticos ancianos que harán algo increíble: asaltar un banco con una intención diferente a la codicia. Ahora, estos abuelos de Enemigo de todos (2016, David Mackenzie), Joe (Michael Caine), Willie (Morgan Freeman) y Albert (Alan Arkin), con problemas económicos en la era post-capitalista salvaje, arman el nuevo plan descabellado.

Braff, director de cierta inteligencia, se toma su tiempo para hacer diversos comentarios bastante ácidos, que funcionan como irónica visión sobre el reciente cambio de régimen en Estados Unidos. La eficacia del reparto, al que hay que sumar la presencia de Annie (Ann-Margret), logra una imagen agridulce sobre qué significa envejecer en los EU de hoy. Divertida y sensible.

Dentro del terror, la mata semanal sigue dando frutos: La morgue (2016), tercer filme —primero en inglés— del brillante noruego André Øvredal, es la macabra historia de Tilden padre, Tom (Brian Cox) y su hijo Austin (Emile Hirsch), dueños de una funeraria, que deben hacer la autopsia casi contra reloj de una desconocida, o “Jane Doe” (Olwen Kelly, en escalofriante actuación sin mover un músculo), para resolver el misterio de su muerte.

Øvredal hace un impresionante ejercicio de atmósfera (con panorámica foto de Roman Osin) donde equilibra lo sobrenatural con la tensión de qué sucede durante la disección del cadáver milagrosamente preservado. De los pocos filmes que ostentan cierta originalidad para el género, porque Øvredal se encarga de que las vueltas de tuerca de la trama incrementen el interés y el asombro.

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