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Desde octubre de 1916, una película mexicana ha sido estrenada comercialmente cada seis días, según se infiere de datos proporcionadospor el Instituto Mexicano de Cinematografía, que establece más de 5 mil cintas lanzadas en cine, durante el último siglo.
Ese año, el documental Mar del Norte, sobre cuestiones marinas, se quedó un mes en cartelera y tres años después, tras varios problemas para su estreno, vio la luz El automóvil gris, considerado ahora un clásico del cine nacional.
“Su estreno será positivamente en la segunda quincena del presente mes”, aseguraba una inserción pagada en las páginas de EL UNIVERSAL.
En diversos artículos se hacía eco de las escuelas de actuación que paulatinamente se enfocaban en lo que llamaban una moderna manifestación artística, donde imperaba la expresión mímica: el cine.
“Nuestros artistas comienzan a sacudir el marasmo que los llenara anteriormente y marchan resueltos enarbolando su oriflama de ideal”, se escribió en una columna titulada El cine en México.
Pasarías dos décadas para que, de las carpas y el campo, salieran dos figuras: Mario Moreno “Cantinflas” y la cinta Allá en el rancho grande, con Tito Guizar y Esther Fernández, bajo la producción de Fernando de Fuentes, quien ya había excarvado en el tema revolucionario con El prisionero 13 y El compadre Mendoza, consideradas ahora como parteaguas en el cine nacional.
Casi en paralelos dos Lupitas mexicanas y una Dolores se disputaban a los productores hollywoodenses: Tovar y Vélez, más del Río.
La primera trabajaría en The veiled woman y Joy Streen, consagrándose con Santa, ya producción mexicana de 1931.
Vélez participaría en Resurrection y The half naked truth, siendo estrella cuando filmó en tierras nacionales La zandunga.
Y Dolores se convertiría en imán para las taquilleras What price glory?, Madame Du Barry y Journey into fear.
Las tres regresarían o alternaría con el cine mexicano en los cuarentas, cuando comenzaba un apogeo en él.
Jorge Negrete, quien se convertiría en uno de los rostros más cotizados en el séptimo arte, era sacado del mundo operístico para protagonizar el largometraje La madrina del diablo (1937).
“Calificado por los cronistas de Estados Unidos como el Valentino de México”, se lee en una nota del Gran Diario de México. anunciando el lanzamiento del filme.
A ellos se suma Germán Robles “Tin Tán” (La marca del zorrillo y El rey del barrio) y una chica que bajo la dirección del realizador español Luis Buñuel (Los olvidados), brincaba hacia Europa: Silvia Pinal.
La dupla Buñuel- Pinal ganarían en 1961 en Cannes por Viridiana, siguiendo el camino que años antes había logrado Emilio “Indio” Fernández con María Candelaria (1946) y La red (1953).
Pero no todo estaba bien. Los productores nacionales se sentían víctimas de los exhibidores y el 4 de noviembre de 1953, EL UNIVERSAL publicaba en primera plana un artículo con la cabeza La industria cinematográfica está herida de muerte. Se encuentra a punto de desaparecer.
“El Banco Nacional Cinematográfico ha financiado en los últimos meses una película, La ofrenda, y carece de programa para 1954, porque los productores no quieren seguir siendo explotados por el monopolio de la exhibición que en este negocio se lleva la parte del león”, apuntaba.
“De los cinco estudios que tiene México, el Tepeyac está cerrado por haber solicitado el cierre de sus operaciones por un conflicto de orden económicos y los restantes -San Ángel, Chururbusco, Clasa y Azteca-, apenas están trabajando en la producción de cinco película para lo que resta del año”, subrayaba el texto.
Cinco años después, por falta de recursos, la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (fundada en 1946) decidió suspender la entrega del Ariel a lo más granado del cine nacional.
La ceremonia volvería hasta 1973, luego de una década en que cintas como Los caifanes, se quedaron a la deriva en cuanto a reconocimientos de la comunidad.
Nueva era
En 1999 el público comenzó a volver paulatina, pero constantemente, a ver películas locales en cines.
La primera muestra fue Sexo, pudor y lágrimas, con Demian Bichir y Cecilia Suárez, que se mantuvo por medio año en cartelera, apoyada por la transnacional Fox.
Un año después, los caminos de quienes serían llamados en Hollywood Los Tres Amigos, comenzaron a converger.
Alejandro González Iñárritu estrenó Amores perros en Cannes y ganó, mientras que Alfonso Cuarón terminaba el rodaje de Y tu mamá también con Diego Luna y Gael García, a la postre triunfadores como actores juveniles en Venecia.
En paralelo, Guillermo del Toro se encontraba en la posproducción de El espinaso del diablo y Salma Hayek afinaba el rodaje de Frida.
En febrero del 2000, también, coincidieron tres estrenos nacionales, lo cual no pasaba desde varios años. La ley de Herodes, de Luis Estrada; Bajo California, el límite del tiempo, con Damián Alcázar y Un dulce olor a muerte, fueron arropadas por salas.
La primera generó escándalo cuando el entonces director del Imcine, Eduardo Amerena, fue acusado de frenar su lanzamiento comercial.
“Si la prohibieron, fue porque a alguien le dolió”, reflexionó Alcázar, días antes del lanzamiento oficial.
En 2001, Santiago Creel Miranda, al frente de la Secretaría de Gobernación, dio a conocer la nueva Ley Federal de Cinematografía y con ello, la creación del Fidecine, fondo para apoyar a cintas con tintes comerciales y que, hasta el momento, lleva cerca de 200 filmes, como la taquillera saga animada de Huevocartoon y las exitosas Arráncame la vida y Kilómetro 31.
Y cuando todo parecía que iba bien, desde el Gobierno Federal se dio la orden en 2003, de desaparecer al Instituto Mexicano de Cinematografía, los Estudios Churubusco y el Centro de Capacitación Cinematográfica.
Vicente Fox, presidente de la República, no los consideraba importantes, pero como respuesta toda la comunidad se unió y marchó sobre avenida Reforma, una tarde lluviosa, llegando al Zócalo.
“(El sistema económico foxista) es una estructura que está generando, por un lado, más mexicanos que están saliendo del país por necesidad o está creando gente como yo, que somos braceros de lujo y que en lugar de integrar el trabajo a un desarrollo nacional nos tenemos que ir porque no se dan las condiciones”, comentó Cuarón a EL UNIVERSAL en 2006.
Los premios
Si en 1999 se produjeron únicamente nueve filmes, para 2003 había crecido a 29 y, lo más importante, México ya era considerado en el Oscar.
Desde 1999, mexicanos se han alzado con 13 premios, la tercera parte de las 39 nominaciones obtenidas en ese periodo.
Emmanuel “Chivo” Lubezki lleva tres galardones al hilo, mientras que los realizadores Alejandro González Iñárritu con Birdman y El renacido y Alfonso Cuarón con Gravedad, han sido designados mejor director del año.
Eugenio Caballero en diseño de producción y Guillermo Navarro en fotografía, ambos por El laberinto del fauno, tienen estatuilla en sus vitrinas.
“Tanta era la presión que se tenía, que cuando uno de nosotros ganó, se quitó eso”, recordó Del Toro en su momento.
Pero la presencia mexicana no sólo se reduce a ello. Frente a la cámara gringa han estado Martha Higareda, que hizo Reyes de la calle con Keanu Reeves, Ana de la Reguera ha trabajado con Daniel Craig y recientemente Manuel García Rulfo estrenó western al lado de Denzel Washington.
El cinefotógrafo Rodrigo Prieto ha establecido mancuerna con Martin Scorsese en sus dos últimos filmes y el sonidista José Antonio García hizo labor en la taquillera Los vengadores.
Los principales festivales internacionales, el eje Berlín-Cannes-Venecia, han reconocido a Michel Franco (Chronic), Gabriel Ripstein (600 millas), Carlos Reygadas (Luz silenciosa), Amat Escalante (Heli) y Guillermo Arriaga (Los tres entierros de Melquiades Estrada).
También se han sumado otros como Julián Hernández (Mil nubez de paz cercan el cielo, amor, jamás dejarás de ser amor), Fernando Eimbcke (Temporada de patos) y Alonso Ruizpalacios (Güeros).
La taquilla
Desde el 2010, de acuerdo con el Anuario Estadístico de Cine Mexicano que edita el Imcine, se han producido 649 largometrajes y estrenado 434.
Mucho por la creación del Eficine, que permite a personas morales destinar el 10 por ciento de su Impuesto Sobre la Renta, a la generación de proyectos.
El 2013 fue un año pródigo, porque No se aceptan devoluciones, ópera prima de Eugenio Derbez, vendió más de 15 millones de boletos, siendo la más vista y superando blockbuster como Mi villano favorito 2 e Iron Man 3; la comedia Nosotros los nobles rebasó los 7 millones de asistentes.
Al año siguiente La dictadura perfecta y Cásese quien pueda hicieron en conjunto más de 8 millones de entradas y otras como La leyenda de las momias de Guanajuato y Cantinflas, se quedaron apenas abajo.
En 2015 superaron la barrera de los dos millones Un gallo con muchos huevos, A la mala y El gran pequeño; en este No manches Frida hizo en su día de lanzamiento 431 mil espectadores, sorprendiendo a todos.
El cine mexicano, de acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica, representa el 6 por ciento de la taquilla total anual.
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