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Orgullosamente normalista, en mi formación inicial, me permitió comprender el valor de la educación en el reconocimiento de la dignidad humana, en los procesos de progreso y desarrollo de nuestros pueblos, en las transformaciones sociales y culturales que derriban las barreras de la ignorancia, la opresión y la exclusión perversa de la población menos favorecida, y así poder construir sociedades más justas, igualitarias y equitativas. Este es el sueño del maestro, el docente, el educador.
Un 26 de septiembre hace cuatro años atrás, este también era el sueño y los planes de los estudiantes de una Escuela Normal Rural en Ayotzinapa, asentada en tierras rurales del México Profundo, con muchas esperanzas y comprometidos con los ideales de solidaridad, memoria y justicia, así, emprendieron un viaje para conmemorar una importante fecha de la lucha estudiantil contra las injusticias, que se recuerda como la masacre de Tlatelolco 1968, fueron 48 estudiantes lo que salieron ese día, de su escuela, para esta jornada, y de la que, lamentablemente, no hubo ni comienzo ni retorno, y los estudiantes vivieron esa fatídica noche, violencia, terror, desgracia, muerte y desaparición, sin encontrar respuesta de auxilio, apoyo y protección que las autoridades e instituciones estaban obligadas a dar como responsables del orden, la seguridad y la paz, y que, por lo contrario, los terribles y violentos acontecimientos de esos días 26 y 27 de septiembre de 2014 resultaron con personas muertas, otras gravemente heridas, y 43 estudiantes, aún hoy, sin saber su paradero.
No fueron incidentes aislados, fueron muchas horas de persecución, movilización, ataques, disparos, retenes, detenciones, fue una noche de una grave situación de violencia, en presencia de un número importante de autoridades, y que, en palabras desgarradoras de uno de los sobrevivientes, nos dice: “Yo sólo quería que amaneciera.” Como un impacto para siempre en su conciencia y razón.
La verdad de la noche de Iguala hoy sigue envuelta en una maraña de especulaciones, declaraciones, irregularidades, contradicciones y mentiras; sin saber el paradero de estos 43 estudiantes desaparecidos, y sin conocer la verdad de cómo ocurrieron los hechos y castigar a todos los responsables.
Los padres, madres, hijos, hermanos, amigos y familiares siguen demandando su regreso, exigen conocer la verdad de lo que realmente ocurrió estos terribles días, y quienes resulten responsables sean castigados.
El compromiso de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por estos cuatro años sigue hoy vigente con un próximo nuevo escenario en el que nuestra participación se reafirma, evaluando la importancia de reforzar la asistencia técnica y que en mi condicion de Relatoría de este país, tengo bajo mi responsabilidad y coordinación el Mecanismo de Seguimiento del caso Ayotzinapa (MESA) creado mediante resolución 42-16 de julio de 2016 para el acompañamiento de los familiares, los representantes de la víctimas y del Estado mexicano, hasta alcanzar los objetivos de la Medida Cautelar 409-14 de octubre de 2014 y el conjunto de las recomendaciones del grupo de expertos, que la comisión estableciera, en las investigaciones para la búsqueda de los 43 estudiantes, encontrar la verdad de los hechos y alcanzar justicia.
A través de este mecanismo hemos logrado mantener activa la investigación, y hoy la justicia mexicana reconoce esta labor, en una sentencia emblemática y reafirmada, que ordena a las autoridades responsables de la investigación reconducir las investigaciones por las graves irregularidades identificadas, destacando el valor de una investigación efectiva, pronta e imparcial, con el apoyo y coadyuvancia de víctimas, representantes y organismos nacionales e internacionales para integrar una comisión para la verdad y la justicia y que además de manera categórica indica que la causa se investigue como desaparición forzada.
La CIDH recibe con esperanza y optimismo en el desarrollo de nuestro mandato, las expresiones de las nuevas autoridades que asumen el compromiso de dar centralidad a las víctimas y llegar a la verdad con justicia, y a la sociedad mexicana, confianza y credibilidad en la justicia.
Concluyo, con mi mensaje de solidaridad en primer lugar para los familiares padres y madres de los 43 estudiantes con mi reconocimiento por su fortaleza y valor en esta lucha por la verdad y para todo el pueblo mexicano, que merece justicia y paz, reconociendo su grandeza como país, su belleza, historia y cultura, con sus riquezas naturales y sobre todo por el valor de su gente. Ayotzinapa exige también la grandeza de México en la justicia, que este caso demanda, como un símbolo para el continente, del valor de la dignidad humana.
Vicepresidenta de la CIDH, Coordinadora del Mecanismo de Seguimiento del caso Ayotzinapa