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Los avances exponenciales en materia científica y tecnológica que caracterizan a la economía del conocimiento han hecho que cambie la forma en que trabajamos, nos comunicamos e incluso en la que aprendemos.
Hace 20 años, por ejemplo, contar con educación universitaria era sinónimo de éxito profesional, por lo que se percibía que valía la pena invertir recursos, tiempo y esfuerzo para terminar una carrera. Un licenciado o un ingeniero tenían su futuro prácticamente asegurado.
Por ello, era común que las familias hicieran sacrificios para mandar, por lo menos, a uno de sus hijos a estudiar a la universidad.
Actualmente, es común encontrarse con profesionistas que tienen dificultades para encontrar empleo o que se ganan la vida en actividades que están poco relacionadas con su preparación académica.
Esto sucede, en parte, porque muchos alumnos se gradúan de carreras que cada vez se demandan menos, ya que los procesos de automatización robótica o digital han disminuido el requerimiento de personal e incluso los han reemplazado totalmente. Este proceso continuará, ya que se estima que el 47% de los trabajos actuales desaparecerán en 25 años, según un análisis de la Universidad de Oxford. Además, han surgido una gran cantidad de universidades que no preparan adecuadamente a sus alumnos.
Por su parte, muchas empresas enfrentan dificultades para encontrar gente con las habilidades necesarias para el desarrollo o mantenimiento de sus plataformas tecnológicas, por lo que han optado por educarlas ellas mismas. Por ejemplo, empresas como Google han creado cursos en línea orientados a las habilidades específicas que este tipo de empresas solicitan en sus vacantes. Estos cursos permiten que el estudiante tenga la posibilidad de solicitar empleo en Google o en otra empresa tecnológica.
Por ello, lo relevante en esta época es contar con las habilidades necesarias para insertarse exitosamente en el mundo laboral, con el fin de convertir cada reto en una oportunidad.
En muchas regiones el sistema educativo es muy rígido y no ha logrado adaptarse a las necesidades que demanda el nuevo mercado laboral.
Actualmente, los cambios tecnológicos y en el mercado laboral son tan rápidos que los conocimientos que un universitario adquirió durante 5 años muchas veces quedan obsoletos aún antes de terminar su carrera, y no son suficientes para competir en el mercado laboral.
Afortunadamente, los centros educativos y las empresas en México están haciendo esfuerzos para no rezagarse. Por ejemplo, el nuevo modelo educativo del Tecnológico de Monterrey (Tec 21) permite que, desde el primer semestre, los alumnos vivan experiencias y retos del mundo real con clases fuera del aula, por lo que pueden desarrollar soluciones innovadoras a los problemas actuales.
Además, en la primer etapa de la carrera le permiten al alumno explorar las diferentes disciplinas del área que eligió con bastante flexibilidad y en la última etapa se personaliza la carrera en función de los intereses y planes de cada persona. Los programas educativos del Tec también son más cortos y cuentan con una amplia oferta de cursos, micromaestrías y programas de certificación profesional en plataformas en línea como Coursera y Edx.
Por otra parte, han surgido escuelas de programadores en México que en pocos meses preparan a los jóvenes para que se inserten con éxito al mercado laboral, que ahora demanda más conocimientos de programación, marketing digital o ciencias de datos. Muchos egresados de estas escuelas son casos de éxito y los requisitos para ingresar son tener acceso a una computadora y saber leer y escribir. Lo que realmente importa son las ganas de aprender.
Falta camino por recorrer pero la ruta es clara, México debe acelerar la evolución de su sistema educativo para mejorar la perspectiva profesional de sus jóvenes.
Si todos tenemos acceso a educación de calidad, todos tendremos posibilidades de prosperar y nuestro desempeño dependerá del esfuerzo y las decisiones que tomemos, no de nuestro origen ni de nuestro círculo de amigos.
Si algo debemos exigirle los mexicanos al gobierno es educación de calidad, de lo contrario fallaremos en lo más fundamental, que es igualar oportunidades.