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El gas es un insumo de vital importancia para nuestro país, ya que sin él nuestra economía se estancaría. La actividad industrial depende del gas y la mitad de la producción eléctrica se realiza mediante el ciclo combinado a base de gas natural.
El ciclo combinado es un proceso mediante el cual se quema gas natural para mover una turbina y los gases calientes, ya turbinados, se aprovechan para calentar agua y convertirla en vapor, que a su vez se hace pasar por una segunda turbina. Es usar dos mecanismos a partir del gas natural para producir más electricidad a partir del tratamiento del insumo.
Por la alta eficiencia de este proceso, en los años noventa México construyó múltiples centrales de producción eléctrica de ciclo combinado. A principios de la década actual, la caída en la producción de gas natural causó crisis por la falta de éste para la industria y para la generación de energía eléctrica, provocando la importación de gas desde los Estados Unidos. Esto, bajo la lógica de que es más rentable la producción de crudo, razón por la que Pemex se ha enfocado históricamente en producir petróleo y no gas.
Estados Unidos inicialmente era un país importador de hidrocarburos pero desarrolló el fracking, que es la tecnología para fracturar rocas con petróleo y gas atrapados. Con este método empezaron a producir petróleo muy barato y en abundancia, además de muy ligero, siendo así más fácil su refinación. También empezaron a producir mucho gas y pasaron de ser un país importador a uno exportador.
El gas que se produce en el sur de Estados Unidos tiene como mercado natural México, pues es más difícil exportarlo a otras regiones de alta demanda en el mundo, como son Europa y Asia. Su salida natural es México y producen tanto gas que a veces casi nos lo regalan con tal de sacarlo y no detener la producción, haciendo que su precio llegue a estar incluso en menos cuatro dólares el millón de BTU (unidad térmica británica).
México realizó un Plan Nacional de Gasoductos para dotar a todo el país del gas que necesita cada región. Es posible construir gasoductos con capitales privados y también hay la posibilidad de construir gasoductos sociales, que no son rentables comercialmente pero permiten detonar un mayor desarrollo en estados como Chiapas, Oaxaca o Guerrero.
Es tan importante el gas para la industria, que en 2013 las autoridades de Arizona visitaron las maquiladoras del lado mexicano de la frontera y les ofrecieron reubicarse en los Estados Unidos a cambio de dotarlas de gas y electricidad barata. Ese hubiera sido un golpe muy duro para la economía de México, pero también es una lección que se puede ver como una oportunidad: dotar al sureste de gas y electricidad barata para fomentar el desarrollo industrial.
México no necesita depender del gas de Estados Unidos. El país cuenta con el sexto lugar mundial en reservas disponibles de gas no convencional, por lo que si México quisiera, podría desarrollar el fracking y convertirse en un importante productor de gas, como lo hicieron en Estados Unidos.
En México mucha gente está en contra del fracking por cuestiones ecológicas y, ciertamente, antes de desarrollar el fracking se necesita contar con la normatividad adecuada para proteger al medio ambiente y para manejar inteligentemente recursos naturales como el agua. No obstante, Canadá lleva décadas utilizando el fracking y no ha experimentado ninguna crisis medioambiental al respecto. Es una tecnología que se sigue desarrollando y cada vez tiene menos impactos medioambientales.
Es cierto que el fracking consume mucha agua, pero no es una cantidad superior a la utilizada por mecanismos tradicionales para la extracción de hidrocarburos.
Lo que también es cierto, es que el gas es mucho más amigable con el medio ambiente que los demás combustibles fósiles que usamos; es mucho más barato para producir electricidad, lo tenemos en abundancia en México y es tal su valor estratégico que verdaderamente representa una amenaza o una oportunidad para la soberanía energética nacional.
El presidente Trump nos amenazó con incrementar tarifas arancelarias, lo que golpearía muy significativamente a la economía mexicana. No obstante, dejarnos sin gas sería un golpe mucho más duro, pues a diferencia del gas natural resulta más fácil conseguir gasolina en otros mercados internacionales.
La falta de producción de gas nos hace vulnerables y pretender producir gas sin fracking, es pretender no producir gas. No le demos más vueltas al asunto.
No será posible alcanzar la soberanía energética en los siguientes años, si lo queremos hacer con métodos de hace medio siglo. Hoy se debe hacer con fuentes amigables con el medio ambiente y más rentables, como son la energía solar o la eólica. Si se va a buscar la soberanía energética a partir de combustibles fósiles, entonces no se vale negarse a hacerlo mediante el fracking. Pretenderlo es un sin sentido, en el que se le está dando más importancia a los medios par lograrlo que al fin en sí mismo.
El ejemplo de la península de Yucatán es una clara advertencia. Al tener poco gas, se tiene que enviar a la industria del norte para evitar un paro, como consecuencia se vulnera la capacidad de producción eléctrica en Yucatán por falta de gas como insumo. No importa cuantas plantas de ciclo combinado tengamos, sin gas ninguna producirá electricidad.
Por ahora, a México le conviene comprar el gas barato de Estados Unidos y conservar nuestras reservas, mientras desarrollamos nuestra propia tecnología para poder extraerlo en un futuro, de forma barata y eficiente, y construimos gasoductos para todo el país. Con fracking o sin fracking, todas las regiones del país necesitan gas ya sea de nuestro subsuelo o del de Estados Unidos, y tenemos que transportarlo a través de gasoductos.
La ventana de oportunidad se está cerrando para México. Estados Unidos está por terminar plantas de licuefacción de gas y con ellas podrá exportarlo a Europa y a Asia, provocando que ese gas abundante y barato ya no esté disponible para nuestro país. Tenemos que actuar ya, antes de sufrir una crisis por la falta de tan importante recurso para el desarrollo y la viabilidad del país.