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El reto de movilidad es un problema que enfrentan todas las grandes ciudades del mundo. En el caso de la congestión vehicular, ésta afecta diariamente a millones de ciudadanos que se enfrentan a los embotellamientos, lo que genera enormes costos y un notable deterioro en la calidad de vida. En Estados Unidos, por ejemplo, se estima que los costos superan los 300 mil millones de dólares al año según un estudio de INRIX, compañía que se dedica al análisis de datos de movilidad. Para ponerlo en contexto, esta cifra equivale a 5.7 billones de pesos, casi el doble del presupuesto de egresos de México en 2019.
De acuerdo con el estudio publicado por INRIX, los conductores en Los Ángeles, California, pasan más de 100 horas al año atrapados en el tráfico, mientras que los conductores en la Ciudad de México también la pasan mal, al quedar atrapados en la congestión vehicular cerca de 60 horas al año.
Lo peor para los automovilistas capitalinos sucede por la mañana. De acuerdo con el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), la Ciudad de México tiene la peor congestión vehicular del mundo en este lapso del día, con un promedio de movilidad de 20 km/h.
Las ciudades en México han priorizado el uso del automóvil privado y eso ha contribuido en gran parte al problema de congestionamiento. Por ejemplo, de acuerdo con el Índice de Movilidad Urbana del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), 15 de las 20 ciudades más importantes de México no registraron inversión en transporte público en 2015, año que analiza el reporte publicado en 2019. En total, las 20 ciudades mexicanas dedicaron 7% del presupuesto de movilidad a infraestructura peatonal y ciclista en 2015, 38% a infraestructura vehicular y únicamente 2% a transporte público, esto a pesar de que 38% de los ciudadanos, de las 20 ciudades que se analizaron, se trasladan en transporte público.
Los problemas de congestión vehicular no se solucionan simplemente construyendo más infraestructura para los automóviles, ya que la historia ha demostrado que esta estrategia no ha sido exitosa. Un ejemplo emblemático de eso es Katy Freeway en Houston, Texas. En 2004 fue clasificada como la segunda autopista más congestionada en Estados Unidos y para solucionarlo ampliaron la autopista de 8 a 23 carriles, pero eso solo fue una solución temporal, ya que los viajes desde el centro de la ciudad, en la autopista Katy Freeway, hasta Pin Oak, tomaron un 51% más de tiempo en 2014 que en 2011.
De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la tendencia para Latinoamérica es que se incremente el número de vehículos ya que al aumentar el ingreso per cápita, aumenta la motorización en la región. En cuanto tienes más recursos, te compras un coche, por lo que el crecimiento se acompaña de un desafío importante de movilidad y sustentabilidad ambiental. Por ejemplo, entre 1990 y 2015 el parque vehicular en la Ciudad de México creció 5.3% en promedio cada año, mientras que la población lo hizo a un ritmo de 1.5 por ciento, lo que significa que el número de vehículos creció 3.5 veces más rápido que la población. Durante el mismo periodo, la velocidad promedio de desplazamiento en horas pico de la Ciudad de México pasó de 38.5 km/h a menos de 6.4 km/h.
El BID recomienda darle preferencia al transporte público, sin embargo también advierte que para hacer líneas de metro y otras inversiones a gran escala necesitas que el gobierno se comprometa seriamente, ya que la inversión en transporte masivo es inmensa, midiéndose en puntos porcentuales del PIB y no solo en miles de millones de dólares.
Para brindar una alternativa realista y accesible presupuestariamente, el MIT propone liberar a las ciudades de la congestión combinando tres elementos: los viajes en coche compartidos, sistemas de bicicletas compartidas y transporte público. Por ejemplo, si cada conductor de Viena comparte al menos un viaje al mes, 94% de los viajes serían compartidos y eso reduciría 33.5% la congestión de la ciudad, de acuerdo con el MIT; y en Toronto 99% de los viajes serían compartidos y se reduciría 44% el tráfico lento. En la Ciudad de México, 68.1% de los viajes en auto transportan a un sólo pasajero y únicamente 2.9% de los viajes en auto circulan llenos. Según Carlo Ratti, director del MIT Senseable City Lab, en San Francisco más del 50% de todos los viajes son compartidos vía Uber Pool.
En línea con la recomendación del MIT, la Ciudad de México anunció recientemente la implementación del Plan de Reducción de Emisiones del Sector Movilidad, que va a incentivar a que la gente use el automóvil de forma compartida, así como a optar más por la bicicleta y el transporte público. Lo anterior tiene el objetivo de reducir 30% las emisiones de contaminantes de fuentes móviles en la capital, no obstante, también reduciría el tráfico lento si se cumplen sus objetivos.
De acuerdo con el Plan, los vehículos que circulen por vías de acceso controlado entre las 7 y las 10 de la mañana, deberán tener al menos dos pasajeros o se incurrirá en una infracción a partir del 2020. Inicialmente es sólo para unas cuantas vialidades, pero posiblemente en el futuro se extienda a más avenidas y se fortalezca la cultura cívica en cuanto al auto compartido.
Además de las restricciones para el uso del automóvil de un único pasajero, se ampliaría la infraestructura en transporte público y a favor de las bicicletas. Ésta es una buena noticia para los ciudadanos de la capital del país que sufrimos las consecuencias de la congestión vehicular y de la contaminación.
En Ámsterdam, el tráfico lento se combinó con la crisis de los precios del petróleo para orillar a la ciudad a priorizar la bicicleta sobre el automóvil. En la Ciudad de México es la crisis ambiental la que se combina con la congestión vehicular para obligarnos a desincentivar el uso de automóviles, especialmente los de un sólo pasajero. Esperemos que muchas zonas de la ciudad terminen como Ámsterdam, siendo un paraíso para el uso de la bicicleta.