Puede sonar como un contrasentido, pero la asistencia de Nicolás Maduro a la toma de posesión de López Obrador puede ser de gran utilidad para los mexicanos. El trato que se le dispense al líder bolivariano, las declaraciones conjuntas que hagan ambos mandatarios, las coincidencias y las divergencias que manifiesten entre sí, serán un elemento adicional para ir descifrando a quien será nuestro nuevo presidente. Este elemento resultará valioso para nosotros los mexicanos. Saber a ciencia cierta desde el primer día de su gobierno qué tan cerca o tan lejos se encuentra AMLO de las posiciones y las tesis de Maduro es un ángulo que nos dará alguna luz sobre el tipo de presidencia que nos espera.
A pesar de que Andrés Manuel lleva circulando al menos 18 años en las ligas mayores de la política mexicana, lo cierto es que lo conocemos bastante menos de lo suponíamos. La fortaleza de su triunfo electoral y el poder sobresaliente que aun ejerce la presidencia en México, hace imprescindible entenderlo de la manera más profunda posible. Si de por sí la banda presidencial transforma a los individuos, en este caso puede convertirse en un catalizador de la más alta potencia. Sus decisiones y sus actos, apoyados por la abundante mayoría que posee en el Congreso, pueden alterar para bien o para mal el rumbo del país.
Es comprensible que muchos mexicanos se opongan a que Nicolás Maduro acuda a la toma de posesión, habida cuenta de la zona de desastre en que ha convertido a Venezuela, su falta de respeto a los derechos humanos y políticos y la manera arbitraria de aplicar la legalidad. Pero a algunos otros les resulta atractivo observar que en nuestra América todavía sea posible aplicar el dogma revolucionario. Para esos sectores, Maduro es una luz de esperanza. Aunque sea muy difícil de cuantificar, alguna porción del voto duro de AMLO considera que la vía venezolana sería el camino más deseable para México. Este es un signo de pluralidad y disfrute de la libertad de pensamiento que debe preservarse, pero que muchos de ellos, una vez en la cima, preferirían eliminar.
De ahí que la visita de Maduro, sin ofrecer evidencias definitivas, pueda arrojar algunas luces sobre el grado de simpatía o de rechazo que le inspira al nuevo gobierno de México. Por su nivel político es probable que reciba trato de huésped distinguido. Debido a que la reunión del G-20 que se realizará en Buenos Aires los mismos días de la transmisión de poderes, algunos de los presidentes y cancilleres de los países más influyentes del mundo se verán impedidos de asistir a la toma de posesión. Así, a nivel presidencial vendrá un número reducido de mandatarios, lo cual, por cierto, es bastante común en tiempos recientes. Lo que debemos observar, entonces, es si Maduro recibe un tratamiento que lo distinga frente a sus pares, los mensajes que emita y las actividades adicionales que le permitan realizar.
Dado el aislamiento internacional en que ha caído el régimen venezolano, tratará de aprovechar al máximo el arribo al poder de la izquierda en México. Para consumo interno en Caracas, buscará transmitir el mensaje de que somos lo mismo y perseguimos los mismos ideales. Esa debe ser parte de su estrategia y es bastante comprensible que busque aplicarla al máximo. Pero ese es asunto de los venezolanos. A los mexicanos lo que debe interesarnos observar es la distancia o cercanía que le dispense nuestro futuro presidente y su equipo, el eco o rechazo que muestre hacia las posiciones de Maduro. Apenas será una rendija por la que podamos asomarnos al futuro, pero valdrá la pena pegar el ojo.
Internacionalista