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Renegociar el tratado comercial más importante para México con la administración más disfuncional que ha tenido Estados Unidos requiere más habilidad política que capacidad técnica de parte del equipo tricolor que nos representa. El principio básico para nuestros negociadores debe ser, curiosamente, lograr un acuerdo con el que el señor Trump pueda declararse victorioso, aunque en los hechos los intereses de México queden debidamente protegidos.
Al presidente de Estados Unidos le urge anotarse algún triunfo en su primer año de gobierno. Más allá del espectáculo lamentable que ha montado, destituyendo a los siete colaboradores más cercanos que en el arranque de su administración lo acompañaron en la Casa Blanca, Trump fracasó en su intento de eliminar el sistema de salud implementado por Obama, su reforma fiscal ha naufragado, el famoso muro que iba a construir —bellísimo— en la frontera con México no cuenta con el financiamiento necesario y, por supuesto, los mexicanos no vamos a meter un sólo centavo en esa reliquia. No pudo prohibir la entrada de nacionales de siete países musulmanes o pasarles la factura de la seguridad a sus socios de la OTAN. El líder del Senado y él ya no se hablan, el Partido Republicano le ha dado la espalda y, para coronar su gestión de estos primeros meses, puso el prestigio de la presidencia al servicio de los elementos más radicales y racistas que existen en Estados Unidos. Amenazó a Venezuela con utilizar la fuerza militar y, con ello, brindó al régimen de Maduro el más grande tanque de oxígeno que podría imaginar. Como ninguno de sus antecesores en más de dos décadas, ha acelerado el programa nuclear de Corea del Norte y ahora pretende enviar más tropas a Afganistán. La palabra fiasco se asocia directamente con el apellido Trump.
Ante este cúmulo de errores y ocurrencias descocadas, no es remoto que el aprendiz de presidente concentre sus baterías en el TLC de América del Norte. Y visto con el debido pragmatismo, México puede sacar mucho provecho de esta situación. Me explico. Es cierto que, correcta o incorrectamente, muchos norteamericanos piensan que México y Canadá les han quitado empleos y empuje industrial a Estados Unidos. Durante la campaña presidencial, Trump lograba incendiar a sus seguidores cuando les mencionaba el TLCAN. Si México y Canadá logran que el Tratado se mantenga más o menos en lo mismo que existe actualmente, quizá metiendo capítulos que lo modernicen en materia de comercio electrónico y defensa ante terceros países como China, América del Norte habrá ganado, Trump podrá decir que ya tiene algún triunfo que mostrar y será el principal defensor del “nuevo tratado” ante las huestes que le dieron su voto. Si logramos esto, se despejarán para siempre los nubarrones ideológicos que perjudican el crecimiento conjunto de nuestras economías. Frente a Trump es mejor jugar judo que karate. Usemos sus prejuicios a nuestro favor y nos irá muy bien.
Internacionalista