En la ruta de Trump al poder, los mexicanos hemos podido enterarnos de la manera más cruda lo que piensan en verdad los vecinos de nosotros. Los datos más recientes revelan que 52% de los estadounidenses tienen una percepción negativa de México, 39% favorable. El mensaje persistente de Trump y su equipo, a querer o no, está erosionando la imagen internacional de nuestro país. Y digo que a querer o no porque este presidente de Estados Unidos es especialmente mediático y su mensaje se escucha en todos los rincones del mundo, no solamente en su país. Un japonés o un sueco que no tenga mucha información sobre México, ahora sabe “algo” sobre nosotros: todo es negativo. Ya no digamos lo que piensan en Nebraska o en Missouri.
En días recientes pasamos de la categoría de punching bag, a presentarnos como un auténtico problema de seguridad nacional. El general John Kelly, jefe de la oficina de la Casa Blanca, declaró que “México está al borde del colapso” y “se ha convertido en un narco-Estado”. Sus mensajes llevaban la intención de convencer al liderazgo demócrata de la necesidad de fondear la construcción del muro en la frontera. Asustarlos para que abrieran la chequera.
Ya transcurrió más de una semana y ni la Casa Blanca o el Departamento de Estado han desmentido el contenido de las conversaciones en las que estuvieron presentes Trump y Kelly. De hecho, la propia Casa Blanca dejó correr la información de que a medida que el presidente necesitaba dar más argumentos a sus invitados del Congreso, iba llamando a miembros de su gabinete a que participaran en la cena.
Tocó el turno en que llamó al general Kelly. El presidente buscaba intercambiar alguna fórmula para legalizar a los dreamers, a cambio de que los demócratas aprobaran el financiamiento del muro. Kelly, que hace pocas semanas estuvo de visita tres días en México y fue hasta los plantíos de amapola en Guerrero, describió a nuestro país en las mismas condiciones que estaba Venezuela en los inicios del chavismo.
La pálida reacción del gobierno mexicano frente a unas declaraciones de esta magnitud parecen mostrar una de estas tres opciones; que ya no prestan la menor atención a lo que digan Trump y su equipo; que nuestro gobierno está dispuesto a aceptar cualquier exabrupto del gobierno Trump, o bien, que hemos aceptado el papel de ser el blanco privilegiado de los ataques de los estadounidenses, cada vez que necesiten anotarse algún punto político.
Con Estados Unidos no podemos negociar a partir de la negación de lo que digan de nosotros y mucho menos a partir de la aceptación de que pueden hacer señalamientos tan graves como estos sin que haya consecuencias diplomáticas. En última instancia, si el gobierno de Peña Nieto deja sin respuesta estas afirmaciones, a quien más perjudica es al propio gobierno de México. Si esto no se responde, quedará la impresión de que nuestras autoridades coinciden con las apreciaciones de Kelly y de Trump. ¿En verdad estamos al borde del colapso o carecemos de una respuesta contundente para decirles que no es así?
Analista internacional