Cuando se vislumbraba la posibilidad de contener al tsunami de Morena del 2018, con una voz fuerte, de enorme prestigio nacional y sobretodo éticamente impoluta, la voz de José Narro, emerge el ancestral priismo depredador que no puede soportar su renovación, porque quiere confirmar que es un partido que devora a sus mejores hijos prescindiendo de ellos, como Carlos A. Madrazo, Jesús Reyes Heroles, Luis Donaldo Colosio y ahora Narro. Veamos.

1)En 1964, Madrazo presidente del PRI, advirtió el grave problema de la afiliación corporativa y forzosa de los miembros del partido, cooptados y manipulados por una burocracia rapaz, siempre insatisfecha con sus privilegios. Un molde de partido en el que ya no cabía un México transformado, como lo demostró el Dr. Salvador Nava en San Luis Potosí contra el cacique Gastón N. Santos en 1963, y el movimiento médico contra las burocracias de la FSTSE en 1964. Para solucionarlo, Madrazo propuso el sufragio universal, libre y secreto de la militancia para designar a sus dirigentes, y la elección interna de los candidatos a los cargos de elección popular. Desafió a la política cupular del acatamiento sin réplica a la “línea” vertical, mediante el antídoto de la auténtica competencia interna. Luchó por cambiar un partido de rebaño acarreado y cautivo, por otro de ciudadanos libres. Su audaz y necesaria reforma unió en su contra a gobernadores y a la estructura corporativa; juntos presionaron para que Madrazo dimitiera el 21 de noviembre de 1965.

2.-En 1977 el Secretario de Gobernación, Reyes Heroles, expresidente del PRI, convence al presidente López Portillo de la imperiosa necesidad de una reforma para transitar hacia la modernidad democrática, sobretodo después del 68 y de una campaña para “elegir” a un presidente con candidato único. Apenas aprobada la reforma constitucional y la LOPPE en 1979, ante su primera prueba en la elección intermedia, Reyes Heroles fue destituido.

3.-Hace exactamente 25 años, en 1994, emerge otro adalid de la democracia, Luis Donaldo Colosio, también expresidente del PRI. En un discurso memorable frente al monumento a la Revolución, se compromete con un México que tiene “hambre y sed de justicia”, a “reformar el poder para democratizarlo y acabar con cualquier vestigio de autoritarismo”. Dos semanas después, el 23 de marzo, era asesinado en Lomas Taurinas. De nuevo una aspiración democratizadora era cancelada, esa vez con dos balas.

4)En un contexto diferente, surge con José Narro, una nueva y esperanzadora opción democrática para el PRI y para México. Un médico que ofrecía al paciente la medicina adecuada a su enfermedad: gran autoridad moral para detener la metástasis de la simulación y la corrupción que tiene postrado al organismo político en el desprestigio, plenamente demostrado en el 2018. No pedía otra cosa que el elemental piso parejo sin favoritos ni dados cargados, para asegurar una elección ejemplar que convenciera a los escépticos del nacimiento de un nuevo instituto político que México tanto necesita. Pero de nuevo aparece ese PRI carnívoro que, al igual que Saturno devora a su hijo para acabar con él, en la pintura de Francisco Goya, empuja a Narro fuera de la contienda y del partido.

Este partido septuagenario hace patente su incapacidad para transformarse y democratizarse, ni aún después de la debacle del 2018. Las instrucciones genéticas de su ADN se lo impiden. Queda claro que su marca autoritaria y cupular de origen: un partido nacido del Estado, sólo al servicio del Estado, jamás podrá removerse y cambiar. Por eso, prefiere enfilarse a su sepultura como lo que siempre ha sido, y siempre será: un partido no de y para la sociedad, sino de y para el Estado. Este es el RIP del PRI.

Docente / investigador de la UNAM

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