En un poema titulado Monstruos, el escritor español Dámaso Alonso se declara cercado por monstruos que se niegan a devorarlo. Sin embargo, a pesar del constante asedio, el poeta alcanza a discernir que entre todos “ninguno (es) tan horrible como este Dámaso frenético”. Inmerso en la oscuridad de una batalla interna, el escritor español tiene un resquicio de lucidez; el monstruo no es un ente exterior, sino él mismo. El entendimiento de que los monstruos no nos son ajenos, es una de las confrontaciones más incómodas para el ser humano. Acostumbrado a asomarse por la ventana para obtener un vistazo de alguna bestia que ronda peligrosamente por la vecindad, de pronto encontramos que la ventana siempre ha sido un espejo. Por eso los monstruos se esconden debajo de la cama. Nada más íntimo que nuestro propio sueño.
En la película Gravity, Alfonso Cuarón explora otro terreno de la monstruosidad interior; la soledad. El espacio exterior funciona como un gran escenario de contraste; donde en los años 70s el cine llevaba grandes sueños de batallas y reinos espaciales, el arte contemporáneo encuentra un inmenso vacío que lo confronta a sí mismo. No es la primera vez que sucede. En 1584 el filósofo Giordano Bruno declaró entusiasmado que el universo era infinito y por lo tanto el hombre era por fin libre de sus cadenas terrestres. Pero Giordano Bruno fue quemado vivo y, cuarenta años después, el entusiasmo no era igual. Enfrentado al mismo descubrimiento, Pascal reaccionó con la emoción contraria; el universo es infinito y por lo tanto, nosotros, somos infinitamente insignificantes. De forma similar, Gravity, refleja los estragos de un mundo donde la bonanza del progreso tecnológico ha acabado por estrangularnos y donde el ruido se ha vuelto tan insoportable que se confunde con un angustiante silencio. El espacio carecerá de gravedad, pero confronta a los personajes con el más duro de los pesos; el de uno mismo.
Alejandro G. Iñarritu enfrentó una temática similar desde otro escenario. En Birdman, un actor se enfrenta a sus miedos más profundos. El monstruo interior toma forma de un ente explícito, el miedo es canalizado por el personaje a la construcción física de un monstruo. Michael Keaton se enfrenta a su pasado, en un intento por recobrar el control de su presente. Un monstruo es la oportunidad de construir una otredad a partir de lo que es profundamente personal. De darle forma a un miedo para poder así, enfrentarlo. Los monstruos son la racionalización de nuestros más profundos e irracionales temores. Por eso la hipótesis de Birdman es tan incómoda; creamos nuestros monstruos, pero eso no nos vuelve aptos para enfrentarlos.
Dice Guillermo del Toro que cuando era un niño le costaba trabajo discernir entre las figuras intencionadas para espantar y aquellas para enamorar. “Donde otros veían horror, yo veía belleza. Y donde la gente veía normalidad, yo veía horror. Me di cuenta que los verdaderos monstruos están en el corazón humano, no en su apariencia”. En La forma del agua Guillermo del Toro recrea el mundo que lo confundía en su infancia. Justamente por ello, la indagación de del Toro trasciende el mundo de la superficie y la apariencia. La película explora las texturas de la otredad, y al hacerlo las va volviendo asequibles.
Enfrentados a un monstruo acuático, los personajes van develando su propia naturaleza. El monstruo se convierte en espejo. Esta interacción define su relación con el mundo exterior; Sally Hawkins acaricia y procura a su monstruo interior y con ello logra construir empatía y entendimiento; Michael Shannon se permite ser carcomido por él y acaba en una persecución que parece tener como fin destruirse a sí mismo. Una gran lección en un mundo que se ha vuelto peligrosamente intolerante a lo distinto.
Los monstruos son derivaciones de nuestros mundos internos; como sociedad y como individuos. Su presencia nos permite confrontarnos a nosotros mismos y con ello la posibilidad de moldear nuestro comportamiento. Si lo logramos, nos volvemos más humanos, si fracasamos, los monstruos van ganando terreno. Dice Dámaso Alonso que los monstruos lo hacen hombre. En sus películas más recientes, Cuarón, Iñárritu y del Toro nos han demostrado que somos mejores humanos cuando sacamos a los monstruos de debajo de la cama y conversamos con ellos. Donde el mundo ve monstruosidad, hay la posibilidad de que nazca lo humano.
Analista político