Lo fascinante de la comunicación política es la capacidad que tiene para construir mentiras que son popularmente tuteladas como verdades. Hace unos días, cuando José Antonio Meade fue destapado como el candidato del PRI; el partido del gobierno lanzó una maquinaria de comunicación política que buscaba plantearlo como un hombre honesto, no-partidista que iba a ‘defendernos’ del ‘peligroso populismo’ de AMLO. La campaña logró temporalmente su cometido. A las pocas horas, los chats familiares se habían llenado de vídeos del próximo héroe, la comunidad tecnócrata se cubría en autoelogios y compañeros que hasta hace unos días eran inclementes con el priísmo, alababan al nuevo candidato y se decían listos para votar por él. A veces la historia se olvida tan rápido que aún antes de serlo ya no la recordamos.
El problema de la comunicación es que disfraza la verdad, pero no la elimina. En los mejores casos, la comunicación política logra sustentar una mentira por el tiempo suficiente para ganar una elección. Pero la verdad siempre acaba por florecer. En cuestión de una semana Meade pasó de ser “el diferente”, a ser el más arcaico de los priístas. Llamó a Peña Nieto “el arquitecto del cambio y un gran mexicano” para después empezar a vitorear su nombre, tomarse una foto con los gobernadores y celebrar a los líderes sindicales. Pero no hay que sorprenderse ante estos hechos, no es que Meade se haya vuelto más priísta, sino que siempre lo fue, y la mentira comunicativa que quiso imponer no tuvo la fuerza para sostenerse ante la realidad.
Aún así hay 5 falacias que siguen rondando en el vox populi mexicano en torno a la figura y la candidatura de Meade. Ante ellas quisiera presentar argumentos que pretenden revelarlas como tal.
—Falacia 1: No tiene ningún escándalo. Según refiere Jorge Castañeda, aunque “supongamos que él sea honesto en lo personal”, “su problema es la complicidad”, pues las dependencias a su cargo han visto pasar los grandes escándalos de corrupción del sexenio.
—Falacia 2: Ha sido un gran funcionario. Como secretario de Hacienda, Meade fue el responsable del gasolinazo, del aumento a la canasta básica y la inflación más alta que México ha tenido en 8 años.
—Falacia 3: Vale la pena porque él es honesto. Es irónico, los mismos que acusan a AMLO de corrupción por asociación defienden a Meade por el argumento contrario. ‘Es honesto a pesar de que su entorno no lo es’. Esto puede o no ser verdadero, pero representa una doble medida para entender la honestidad de los candidatos.
—Falacia 4: Está preparado. La preparación académica no garantiza nada. Carlos Salinas de Gortari estudió dos maestrías y un doctorado en Harvard. Al igual que Meade, Salinas fue un funcionario destacado y un tecnócrata convencido antes de ser presidente.
—Falacia 5: Él no es como ellos. Su equipo de campaña es una réplica de este sexenio. El día que debía empezar la reconstrucción de las escuelas dañadas por el terremoto, el secretario de Educación abandonó esa tarea por una que considera más importante: la campaña de Meade. A él se unen Virgilio Andrade, Enrique Ochoa y Ale Sota.
La falacia de la candidatura ‘diferente’ de Meade se resume en una respuesta que dió hace unos días al ser cuestionado sobre si investigaría los casos de corrupción de la actual administración. “Tenemos que movernos en un esquema en el que la pregunta no sea válida. (...) Vamos a funcionar bien cuando la pregunta deje de tener mérito”. Entre todos los escándalos de corrupción de esta administración, Meade entiende que el problema de la corrupción son las preguntas que le hacen los periodistas sobre el tema. Meade podrá tener ciertas cualidades, pero no son las que nos han querido vender. Ante ello, no hay que confundirse; Meade no está usando al PRI para realizar su proyecto de país; el PRI está usando a Meade para perpetuar su proyecto de impunidad y corrupción.
Analista político. Director de Los hijos
de la Malinche. @emiliolezama
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