¿Cuánto duró la supuesta solidaridad y preocupación de los partidos por lo sucedido en México? Pasaron los días críticos y la política empieza a regresar a su estado natural. Los actores políticos y los partidos buscan capitalizar la tragedia o en su caso contrario, intentan mitigar los daños causados por ella. Para la mayoría de ellos el temblor representa una de dos; un costo o una oportunidad política. Así de simple. En su nomenclatura, la tragedia se llama “coyuntura” y el terremoto se conoce como “ventana de oportunidad”, así actúan, así interpretan al mundo. En ese sentido, el terremoto habrá cambiado todo menos su modus operandi, no conocen otra forma de actuar y no existe un sistema que les rentabilice el ser distintos.

Así actuó el PRI cuando su presidente Enrique Ochoa salió a proponer eliminar los plurinominales y los fondos de campaña para los partidos. Una propuesta que de llevarse a cabo beneficiaría a su partido. En la eliminación de plurinominales, los más afectados son las minorías y los más beneficiados, los partidos con el voto duro más importante; o sea el PRI. En la eliminación del presupuesto de campaña, los más afectados son los partidos sin gubernaturas y los más beneficiados son aquellos cuyo porcentaje del presupuesto de comunicación proviene en menor medida de aquello que les otorga el INE; nuevamente el PRI. De tal forma que al “PRI solidario” le pasó lo mismo que a aquel “nuevo PRI”; como fue incapaz de cambiar el fondo, la cosmética no le sirvió para ocultar su verdadero rostro. Cuando la gente más exigía sacrificios de la clase política, el partido armó un espectáculo de esa política oportunista que tiene harta a la gente.

Es claro que el priismo ha calculado que el temblor les beneficia. Según su interpretación ellos han actuado bien ante la tragedia y si siguen actuando así, se pueden beneficiar políticamente de lo sucedido. En ese sentido, en Los Pinos hay un consenso de que la tragedia puede ser su mejor aliado rumbo al 2018. Pero su cálculo político es tan miope como su reacción ante los hechos. El PRI, como también el PAN, el PRD y Morena, no toman en cuenta que eventos como el temblor cambian para siempre la forma de actuar y pensar de la gente. Podrá ser cierto que los partidos cuenten de aliada a la corta memoria colectiva cuando se trata de escándalos de corrupción, malos manejos, e incluso tragedias tan graves como las del ABC o la de Ayotzinapa, pero a diferencia de todas las anteriores, el temblor no sólo enardece a la gente, sino que la empodera. Esta diferencia es sustancial; ante la casa blanca o las ligas de Bejarano la sociedad acumula enojo sin encontrar una forma plausible para canalizarlo; en cambio, el terremoto ha generado una indignación que ha generado vínculos sociales, causes y un empoderamiento tácito del individuo y la colectividad sobre las autoridades.

En 1985 sucedió algo similar. La sociedad civil encontró entre los escombros una respuesta a sus necesidades de una apertura política: el nosotros. El resultado de la ausencia gubernamental y el empoderamiento social fue la construcción de una sociedad civil robusta en la ciudad de México. En el marco de un país gobernado por un régimen autoritario, la agenda de esta nueva sociedad se centró en la construcción de un modelo democrático cuyo primer eslabón fuera la alternancia partidista. En el 2017 el panorama no es tan claro; la alternancia existe y es disfuncional, y el régimen ya no es de partido único, pero sigue sufriendo bajo la partidocracia. ¿A qué llevará el surgimiento de un nuevo empoderamiento social?

Es imposible saberlo, pero para aquellos dispuestos a sobrevivir será primordial una buena lectura de las circunstancias. En ese sentido hay tres puntos que me parecen claves en el nuevo panorama social: primero: entender que las reglas del juego ya cambiaron. Su monólogo protocolario, de gestos y formas para ganar encabezados les servirá de muy poco. La primera regla después del 19S es que no tienen forma de mandar si no es siguiendo. La segunda regla es que sus cálculos políticos están distorsionados por una realidad impredecible; el juego político debe ser reemplazado por una verdadera vocación de solidaridad y servicio si quieren tener la posibilidad de sobrevivir. Y tercero: ninguna propuesta que hagan que abone a la reconsolidación del sistema será aceptable; es decir; no se trata de buscar chivos expiatorios que salven al sistema sino de cambiar al sistema. La exigencia no es una reconstrucción sino una refundación del país y para refundar se necesita refundadores. Habrá pocos miembros de la élite del viejo país con la capacidad de convertirse en próceres del nuevo México. ¿quiénes serán?


Analista político

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