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Los libros te hacen viajar. En mi caso fue literal. Hay pocos lugares que los turistas no visitan en Italia, Trieste es uno de ellos. Anclada en una esquina del Adriático, la ciudad es una oda a la arquitectura fascista. Quizás la atracción más famosa de este puerto son las cadenas de acero que salen de sus banquetas para que la gente se agarre cuando llega el viento que los italianos llaman “la bora”. En Trieste el viento es tan potente que las cadenas son la única forma de evitar que un aire “te lleve”. Paradojas de la historia; Trieste, la ciudad donde Maximiliano vivió, es uno de los pocos lugares del mundo donde a Juárez el viento no le hubiera hecho “lo que el viento a Juárez.”
Aún así, detrás de esta aparente sobriedad cultural, Trieste esconde un secreto. El castillo de Miramar se asoma de entre el Adriático como un pequeño diente blanco en la boca de la montaña. El castillo fue construido por un tal Maximiliano de Habsburgo como una oda a su curiosidad infinita; rodeado de un jardín botánico con árboles que mandó a traer de África y Brasil, con una esfinge egipcia al borde del mar y un diseño interior inspirado en los camarotes de un barco. Miramar es un popurri de los amplios intereses del otrora emperador mexicano.
Desde que Fernando del Paso público la majestuosa Noticias del Imperio, Maximiliano dejó de ser el personaje ingenuo o malvado que habita nuestros libros de historia. Noticias del Imperio reivindica la compleja historia del archiduque porque lo convierte en un personaje no de la historia sino de la lengua. Ir a Miramar no es ir en busca de un personaje histórico sino de un personaje literario; así llegué yo, en busca de un lenguaje; ávido de encontrar en sus salones y recámaras las palabras con las que sólo Fernando del Paso pudo escribir. Con toda su majestuosidad, el castillo del archiduque es mínimo cuando se le compara con el castillo de lenguaje con el que Fernando del Paso construyó ese mismo castillo en su famosa novela.
Quizás no soy el primer turista literario que llega a Trieste; una estatua en su plaza central recuerda que el autor irlandés James Joyce vivió en esos mismos sitios. Algo tiene la ciudad que sin duda se refleja en la complejidad lingüística de los escritores que han pasado por ahí; como mucha de la obra de Fernando del Paso, Noticias del Imperio sucede en la lengua y en el relato al mismo tiempo. Pocos autores han llegado a una descripción tan meticulosa de sus sujetos históricos como él -Maximiliano y Carlota revivien con toda su fastuosidad en las páginas de la novela- pero no hay que equivocarse, el personaje principal de Del Paso siempre es el lenguaje, y es éste el que se desarrolla a lo largo de sus páginas.
Conocer Trieste y su castillo de Miramar valió la pena pero no es lo que más le agradezco a Fernando del Paso. Su obra maestra es menos conocida, tanto así que se encuentra fuera de circulación en México. En 1991, mientras vivía en París, del Paso escribió un libro sobre la cocina mexicana con su esposa Socorro. El concepto era sencillo, Socorro escribiría recetas de cocina mexicana que pudieran hacerse con los ingredientes disponibles en París, y Fernando escribiría un ensayo sobre la gastronomía mexicana. Las recetas de Socorro fueron esenciales para mi nostálgico paladar los años que estudié en Francia, pero el ensayo de Fernando del Paso es mi referencia obligada cuando hablo de cocina mexicana con extranjeros; ningún chef mexicano debería permitirsele una estufa sin antes haber leído esta obra maestra. Si alguien dudaba del valor del literario del género de los recetarios, este libro reivindica aquella literatura que suele acabar manchada de yemas de huevo y epazote. “La cocina Mexicana”, como sencillamente se llama el libro, es posiblemente el recetario mejor escrito de la historia latinoamericana.
Los libros te hacen viajar; a veces el viaje es literal a veces es metafísico. Del Paso es un experto en ambos tipos de viaje; la historia mexicana nunca ha vestido tanta gala como en las páginas de Noticias del Imperio. Pero también a veces, los libros te hacen cocinar; Del Paso es uno de esos raros seres universales que te hace pasar de la cocina a un castillo con unas pocas, pero bien adornadas, palabras. El castillo de Miramar protegió a Maximiliano de los fuertes vientos del Adriático; el castillo lingüístico de del Paso lo protegerá del olvido de la historia. Ahí entre las páginas de uno de los mejores escritores que México ha ha dado, Maximiliano vivirá mucho más cómodo y relevante que entre los muros de su castillo italiano.
Analista político. @emiliolezama