“¿Pero dónde, dónde está tu corazón?”. Fabrizio de André
Es sábado y descubro que a la Universidad de la Tierra en Chiapas sólo se puede llegar por terracería; sería contradictorio que no fuera así. Huele a campo, hay ropa tendida sobre el pasto y niños corriendo por todos lados. Es una ocasión extraña; el Ejército Zapatista de Liberación Nacional ha convocado a escritores, activistas y periodistas a pensar qué país queremos construir. Hace unas semanas los ponentes recibimos una carta del subcomandante Galeano que se resumía en una pregunta. ¿Cómo se siente el corazón? Inmersos en el frenesí globalizante, hemos perdido un cierto contacto con el mundo que nos rodea; hoy la pregunta ¿Cómo se siente tu corazón? es demasiado cursi para el establishment político, pero aunque la perspectiva humana puede estar perdida, quizás por ello mismo la pregunta es más pertinente que nunca.
Es martes y el país recibe la noticia de que los tres estudiantes desaparecidos en Jalisco han sido encontrados sin vida. La fiscalía resolvió que los estudiantes habían estado en “el lugar incorrecto” de forma implícita, aceptando que el Estado ha perdido control del territorio. Un par de días antes, los cinco candidatos presidenciales habían participado en un debate en el cual fueron incapaces de presentar una solución que nos asegure que esto nunca más sucedará; no hay horror más grande que saber que en tu país pueden asesinarse impunemente a tres estudiantes y los cinco que lo quieren presidir no tienen ni un esbozo de solución al problema de la violencia. Pero quizás lo más desconcertante no ocurrió en su falta de propuestas, sino en el lenguaje con el que se refirieron a uno de los problemas más graves del país. Los discursos del debate fueron estrictamente políticos; los candidatos buscaron ganar o perder terreno ante sus contrincantes, pero en ningún momento se bajaron de su pedestal a tener una interlocución con la realidad del país.
Cuando el EZLN y el Concejo Nacional Indígena decidieron participar en el proceso democrático, a través de su vocera Marichuy, el centro retórico de su lucha ocurrió en un concepto que rara vez se escucha entre las élites políticas mexicanas: la vida. ¿Existe algo más importante que ella? La respuesta puede sonar cursi, pero no deja de ser cierta. Mientras que Marichuy y su movimiento hablaban de sanar a México y de recuperar y defender la vida, los políticos que estuvieron en el debate se encargaron de esterilizarla. Volvieron a la vida simples estadísticas, volvieron a los humanos simples datos. No hubo un momento en el que se solidarizaran con las millones de familias que han sufrido la violencia, con los mexicanos que tienen que lidiar con ella. Su universo discursivo estaba en otro lado. Ganar o perder. En el debate sólo estaban los candidatos, sólo sus nombres fueron evocados; no se dijo un sólo nombre de alguna víctima, de algún mexicano que no estuviera adentro del Palacio de Minería. No se habló de Ayotzinapa ni de lo que en ese momento estaba sucediendo en Jalisco; fueron cifras y números, como si la materia de su debate fuera teórica. Ante ello, ¿es un anacronismo preguntar dónde está su corazón? ¿En qué realidad late?
Es domingo y el país se polariza en torno a los cinco. Los cinco que fueron incapaces de solidarizarse con los mexicanos que ahora se pelean en nombre de ellos. De alguna forma esto resume el desbalance de la política nacional; una población que vierte su corazón y su esperanza en una clase política que no ha dejado de defraudarlos. No creo que todos los candidatos sean iguales, tengo la certeza de que no es así, pero me pregunto si, en su distancia con la realidad, ellos no han acabado por pensar que nosotros sí lo somos. Javier, Daniel y Marco son los nombres de los estudiantes que fueron asesinados en Jalisco. ¿Cómo le van a hacer los candidatos para que nunca más suceda algo así? Para que no olvidemos esos nombres. Se necesita una estrategia bien pensada, pero se necesita también responder a la pregunta lanzada: ¿Cómo se siente el corazón? y ¿hacia dónde late? Al final de cuentas todo lo que puedan discutir no tiene sentido si no entienden que lo más importante es la vida.
Analista Político