En la historia sísmica de la Ciudad de México el 19 de septiembre quedará doblemente marcado con una sombra funesta. Treinta y dos años después de 1985, un nuevo terremoto sacudió a la capital ocasionando derrumbes y víctimas fatales, justo a 12 días de que la zona sur del país había sido estremecida por otro intenso movimiento que dejó graves daños y miles de damnificados.
Gracias a las duras experiencias previas, las autoridades han establecido protocolos para saber cómo actuar de manera inmediata. Las nuevas generaciones están habituadas a simulacros y han aprendido de la vulnerabilidad de la ciudad en la que viven.
Sin embargo, solidaridad fue nuevamente la palabra que dominó en los primeros minutos.
Ante el colapso de edificaciones, vecinos y personas que acuden a trabajar a zonas aledañas fueron las primeras manos que acudieron al rescate de los atrapados. Jóvenes comenzaron a dirigir el caos vial que surgió en diversos puntos. Otros comenzaron a compartir sus vehículos ante los retrasos del transporte público. Con el transcurrir de las horas el apoyo desinteresado de la ciudadanía fue clave para lograr los primeros salvamentos. Al llamado de la Universidad Nacional Autónoma de México comenzaron a integrarse brigadas de auxilio.
Ante este tipo de desastres la coordinación de esfuerzos desde los primeros instantes se convierte en algo fundamental para evitar la desorganización en las labores de rescate y de atención a lesionados.
En materia de normas de construcción, hay hechos que deben destacarse. En los recientes sismos que han sacudido a la ciudad de México los enormes rascacielos han resistido los embates de la tierra. Algo se ha hecho bien que urge que sea replicado en construcciones menores, las cuales ayer resultaron las más afectadas, igual que en Oaxaca y Chiapas, en el temblor del pasado 7 de septiembre. Trasladar la seguridad que se exige durante el levantamiento de torres al resto de las construcciones ayudará a evitar pérdidas humanas en futuros eventos sísmicos.
La tragedia de esta vez no ocurrió únicamente en la capital del país. Morelos, Puebla y el Estado de México también fueron sacudidos por el sismo. Se requerirá el apoyo oficial inmediato para atender a los que requieran de auxilio, pero solidaridad nacional deben ser las palabras clave que ayuden a poner en pie las zonas dañadas.