En una época de economía globalizada, las resoluciones que adopte Estados Unidos tienen un impacto inevitable en el resto de las naciones occidentales. A México, por su cercanía geográfica y comercial, cualquier medida que se tome en el lado estadounidense le afecta de manera mayor. La frase “cuando a Estados Unidos le da gripe a México le da pulmonía” define muy bien la situación.
Este miércoles Estados Unidos aprobó la mayor reforma fiscal en tres décadas. Con los cambios, el impuesto a los grandes corporativos pasará del 35 al 21 por ciento. La mayoría de los contribuyentes también reducirá sus pagos al fisco.
La consecuencia es previsible: Estados Unidos se volverá un lugar atractivo para las empresas con lo que varias preferirán pagar impuestos allá antes que en otro sitio. Por esa razón, México puede ser uno de los principales afectados.
El pasado martes la Secretaría de Hacienda y el Banco de México reconocieron que el plan fiscal estadounidense afecta a la economía. Si era previsible la reforma ¿por qué no se plantearon escenarios de respuesta para dar certidumbre?
En ese sentido la Confederación Patronal de la República Mexicana también cuestiona que las discusiones sobre los cambios fiscales en EU estaban desde agosto, pero en México “nada se hizo oportunamente para anticiparse a las medidas”.
En materia fiscal México está a medio camino; la reforma fiscal es un proceso que no termina de completarse. De manera frecuente las autoridades festinan cada reforma fiscal alcanzada, pero en los hechos la recaudación no llega a los niveles recomendados en el plano internacional. La OCDE tiene documentada la baja recaudación que obtiene el país en comparación con el promedio de las naciones que integran esa organización. Incluso a nivel regional, varios países de América Latina tienen una recaudación más alta que la mexicana.
De inmediato los representantes de la iniciativa privada mexicana plantearon una serie de medidas para responder a la reforma estadounidense, incluso urgieron al Congreso a convocar a un periodo extraordinario para tratar el tema.
El momento debe utilizarse para proponer cambios en materia tributaria en el país que tengan como objetivo, sí, aligerar la carga fiscal de las empresas para que el país se blinde ante una eventual desbandada de corporativos, pero no debe concentrarse sólo en ese sector.