El Estado mexicano tiene una deuda con la juventud de este país. Los jóvenes conforman por lo menos una tercera parte de la población en México, lo que podría significar un potencial productivo con beneficios económicos a todos niveles. No obstante, este bono demográfico, en el que hay más población en edad de trabajar que en situación de vulnerabilidad, corre el riesgo de desperdiciarse.
Según el informe Panorama de la Educación 2017, dos de cada diez adultos mexicanos han tenido acceso a estudiar una carrera universitaria, por lo que el país tiene el promedio más bajo de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). Además, la institución indica que México es una de las naciones con mayor cantidad de jóvenes que no estudian ni trabajan.
El acceso a la educación media y superior es restringido para los jóvenes del país. Las plazas en las universidades públicas no alcanzan a satisfacer la alta demanda que existe. Para aquellos que ingresan, la dificultad es que el sistema de educación pública les dote de herramientas que les hagan competitivos en el mercado laboral, si es que antes no desertaron de sus estudios por motivos económicos.
Las autoridades educativas, por un lado, lidian con las burocracias magisteriales que se niegan a perder sus privilegios ante las reformas al sector; por otra parte, enfrentan a las redes de corrupción que utilizan a las universidades públicas para incurrir en prácticas ilegales. En el fondo, quienes pierden son los estudiantes, la educación pública y aquellos que ven en ella una vía para labrarse un futuro mejor.
De la política de juventud en nuestro país, delineada por la Secretaría de Desarrollo Social, se desconocen sus resultados prácticos. El Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve) no ha medido durante este sexenio la situación de este sector poblacional en los distintos rubros de su vida, incluido el educacional.
El desinterés de los gobiernos, de las instituciones de educación, de desarrollo social y de las instancias de juventud hacia el acceso de los jóvenes a una mejor calidad de vida es evidente. México está dejando ir los años más productivos de una tercera parte de su población, a la que no se ofrecen suficientes espacios de educación y, por tanto, no es competitiva en el mundo laboral.