Más Información
Felipe Calderón y Margarita Zavala festejan Navidad con sus hijos; “les mandamos nuestros mejores deseos”, expresan
Adriana Malvido invita a unirse al nuevo movimiento ambiental ABC/MX; convoca a la juventud para enfrentar la crisis climática
José Ramón López Beltrán y su familia agradecen apoyo con foto navideña; “nos sentimos muy afortunados”, dicen
Claudia Sheinbaum y Jesús Tarriba envían mensaje a mexicanos; “gracias por lo que hacen por sus familias y por México”
Decomisan arsenal, granadas y equipo táctico en Pantelhó, Chiapas; catean rancho tras enfrentamiento
México tiene una crisis de valores. Con esto no quiero entrar a discutir el discurso de Peña Nieto como hizo Sara Sefchovich en estas mismas páginas hace un par de días.
:::
5. tr. Hacer que algo se deteriore. Corrompieron las costumbres, el habla, la literatura. U. t. c. prnl.
Diccionario de la Lengua Española, RAE.
Tampoco quiero apoyar su argumento, ya que a pesar de que tiene razón sobre la diversidad de México y los estereotipos mentirosos que se nos han inculcado. Sin embargo, al contrario de lo que parece postular Sefchovich, creo que hay valores que, como personas y mexicanos, nos deben representar, y son históricos.
Una de las más importantes gestas de nuestra historia fue la refundación de México, como república liberal en el siglo XIX. La libertad, igualdad y fraternidad fueron ideas que transformaron a México durante el final de ese siglo y se volvieron base de la Constitución del 17.
Y si bien los ideales siempre son algo abstracto y nunca del todo alcanzables, siempre son una guía.
Así México, bien que mal, construyó una serie de posiciones ante el mundo que surgían fundamentalmente de conceptos solidarios y fraternos. Entre ellos una política de puertas abiertas ante aquellas naciones y comunidades que debían recurrir a la muy difícil decisión de dejar atrás su tierra natal y huir en búsqueda de mejores condiciones económicas y seguridad.
Por desgracia, el valor que cimenta este tipo de posiciones desde el gobierno, se encuentra (al igual que la transparencia, la búsqueda de justicia, la honestidad y la credibilidad) francamente corrompido.
Los sucesos de la semana pasada en Ciudad Hidalgo nos muestran la peor cara de los mexicanos. Por un lado, el gobierno lanzó sus fuerzas de choque contra miles de personas desesperadas que escapaban de Honduras y buscaban que se abriera paso rumbo a USA o, los menos, refugio en México.
El gobierno federal, pareciera que siguiendo un guion del naranja presidente estadounidense, declaró que “México no permite la entrada de migrantes de forma irregular y violenta”.
Esta declaración mata dos valores de una pedrada. Por una parte, la obligada Veracidad de sus declaraciones hacia los mexicanos y en segundo término el compromiso del estado mexicano para respetar los Derechos Humanos.
Como en tantos hechos, el aún gobierno se ha dedicado a dar versiones a medias, “históricas”, cuando se mezclan la violencia y las fuerzas de seguridad se mezclan. No han dicho por qué justo en el momento en que más el conviene a Trump se enviaron dos aviones de elementos de la PF, por qué se ha cambió de un momento a otro la política hacia los migrantes o qué razones de estado tenemos para arrastrar a una multitud de miles, mujeres y niños incluidos, al punto de la desesperación y la confrontación.
De igual forma, nos dijo que las fuerzas enviadas estaban desarmadas, mientras que los reporteros en vivo señalaban constantes disparos al aire por parte del contingente de la PF.
La peor parte de todo esto es que, al igual que en nuestro vecino del norte, el discurso oficial solamente ha envalentonado posiciones miopes, mezquinas, nativistas y nacionalistas de la peor calaña entre la ciudadanía.
Un ejemplo de cómo esta postura del gobierno federal ha impulsado comentarios cortos e insensibles ante el dolor ajeno se puede leer fácilmente en las redes sociales: “si no podemos con nosotros”, “todos los centroamericanos son ladrones”, “que arreglen su desmadre en su país y no vengan acá” y “huir es de cobardes, que peleen allá y no traigan problemas acá”.
En resumen, el peñismo no solo olvida su compromiso en favor de los DH de todos (no solo de los mexicanos) sino que además rompe uno de los valores y tradición más humanos del Estado mexicano del siglo XX, al olvida cómo nos hemos enriquecido al recibir cubanos, españoles, italianos, norteamericanos (el Mcarthismo trajo muchos), argentinos, libaneses y un largo etcétera.
Finalmente, aunque solo sea por propia conveniencia, no debemos olvidar que somos un país con 10 millones de connacionales que son migrantes forzosos, muchos de ellos bajo la lupa racista en EU.
La lucha por sus derechos ha sido corrompida por este gobierno y nuestra xenofobia retrógrada, que nos vuelven los puerquitos de Trump, ni más ni menos.