Las campañas electorales han estado impregnadas de tintes políticos cuyo principal objetivo es ganar el voto de los ciudadanos que decidirán el primero de julio quién será el próximo presidente de México. Como lo que hemos visto, la educación se ha vuelto una “moneda de cambio” para ganar la simpatía del sector magisterial que, por su número (cerca de 1.5 millones), es muy apetecible para cualquier candidato. Sin embargo, las propuestas electorales en materia educativa han sido muy generales y, en algunos casos, poco factibles de concretar. Por esta ocasión empezaré con las propuestas de AMLO que se han publicado en los medios de comunicación, recientemente.

Primero, nadie puede estar en contra de fortalecer la educación pública; sin embargo, ello requiere, además de voluntad, recursos extraordinarios. El asunto aquí es saber qué porcentaje del PIB se está dispuesto a invertir en educación y qué áreas sociales sufrirán una reducción en su presupuesto. Segundo, alimentar a todos los alumnos en condiciones de pobreza, es un planteamiento muy loable, pero también hace falta que se especifique el número de alumnos por atender y el monto para lograrlo.

Tercero, contar con un plan que mejore verdaderamente la calidad de la enseñanza es un buen deseo que veo difícil de concretar, al menos en un sexenio. La experiencia internacional muestra lo difícil que es lograr este objetivo. Por ejemplo, en los Estados Unidos, el presidente Bush (hijo) se propuso como meta de su administración mejorar la educación. Sin embargo, los esfuerzos de su gobierno no se reflejaron en un incremento de los resultados de PISA, como los cerca de 70 países no lo han podido hacer en los últimos 15 años.

Cuarto, otorgar becas mensuales a todos los alumnos de educación media superior y superior, es una meta inequitativa e irrealizable. Por un lado, no tiene sentido otorgar becas a los estudiantes que no la necesitan; tratar por igual a los desiguales es la definición perfecta de inequidad. Por otro lado, para evitar que no haya alumnos rechazados en las instituciones de educación superior se requeriría que el gobierno federal y los estatales incrementaran el subsidio a estas instituciones en cantidades exorbitantes. Por ejemplo, solo en la UNAM se rechazan a más del 90% de los aspirantes, razón por la cual habría que incrementar su presupuesto de 40 mil millones de pesos anuales a cerca de 400 mil millones. Medidas equivalentes habría que tomar con el resto de las instituciones públicas.

Quinto, el fortalecimiento a las escuelas normales y el apoyo a las escuelas indígenas son dos condiciones muy necesarias para aspirar a tener un mejor nivel educativo a mediano plazo; sin embargo, no se precisa cómo se van a mejorar estas escuelas. Qué se piensa hacer para mejorar las competencias docentes de los profesores que trabajan en las normales, cuando muchos de ellos no tienen la formación normalista y algunos que sí la tienen nunca han trabajado en un centro educativo. Por otro lado, qué se piensa hacer para que la mitad de los docentes que ahora dan clases en escuelas indígenas dominen la lengua materna de sus estudiantes y éstos puedan recibir la instrucción en un idioma que comprendan.

Sexto, respecto a cancelar la reforma educativa de 2013, AMLO no especifica a cuáles de sus componentes se refiere. Aunque el discurso mediático tiene que ver enfáticamente con la evaluación de los docentes, no se aclara a cuál se está refiriendo (ingreso, promoción, desempeño, reconocimiento). En cualquier caso, uno se pregunta si eliminando la reforma habrá “justicia” para los estudiantes (que por hoy no aprenden) y si se regresará a la situación anterior donde las plazas y promociones se vendían, se heredaban, se rentaban o se otorgaban a cambios de favores.

Séptimo, respecto a que el gobierno no intervenga en la vida gremial de los docentes y que los padres de familia no paguen cuotas para el mantenimiento de la infraestructura física de las escuelas de sus hijos, solo tengo que decir que son buenas propuestas y viables de atender.

Finalmente, queda claro que muchas de las propuestas de campaña de AMLO son solo promesas. Y como dice el dicho: “prometer no empobrece, lo que aniquila es dar”. En su caso, al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) le tocará evaluar la implementación de estas propuestas; siempre y cuando no se le derogue su autonomía.

Presidente del Consejo Directivo Métrica Educativa, A.C.

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