Consistentemente, en todas las evaluaciones nacionales e internacionales los estudiantes mexicanos logran muy bajos niveles de aprendizaje, independientemente de la asignatura y del grado escolar de que se trate. Por ello, no nos sorprenden los resultados de Planea que acaba de publicar el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), que señalan que una tercera parte de los estudiantes que terminan la educación media superior no pueden identificar las ideas centrales de un texto de opinión y que dos terceras partes no logran adquirir las competencias elementales de álgebra. Además, hay grupos de estudiantes que aprenden considerablemente menos que otros. Así, en la asignatura de Lenguaje y comunicación, mientras que los estudiantes de bachilleratos autónomos obtienen en promedio una puntuación de 541 puntos (en una escala de 200 a 800), los alumnos de telebachillerato comunitarios logran una de 441. Esta diferencia de 100 puntos equivale a una distancia escolar entre dos y tres grados en el dominio de la lectura entre una población y otra. Una diferencia equivalente se obtiene en el caso de matemáticas.
Los resultados de Planea nos recuerdan que el Sistema Educativo Nacional produce resultados pobres y desiguales. Pero, ¿a qué se deben los bajos resultados de aprendizaje? y ¿por qué se presentan brechas tan grandes entre los estudiantes? Las respuestas a estas dos preguntas no son simples ni unívocas, si se consideran los múltiples factores escolares y sociales que interactúan en el aprendizaje de los estudiantes. Por ahora, trataré de responder (parcialmente) la pregunta relacionada con las brechas de aprendizaje.
Primero. El dominio de conocimientos y habilidades que tiene un joven al momento de ser evaluado representa la sumatoria de los aprendizajes acumulados desde su nacimiento: lo que saben los estudiantes es producto de lo que han aprendido, tanto dentro como fuera de la escuela. Cerca de la mitad de este aprendizaje se puede explicar por las condiciones socioculturales de los contextos familiar y social, mientras que la otra mitad lo explica la eficacia de los centros escolares. Por ello, los resultados del INEE señalan que, a mayor capital económico y nivel educativo de las familias, mayores son las puntuaciones de los estudiantes. Así, en Lenguaje y comunicación, las diferencias entre los estudiantes con peores y mejores condiciones socioeconómicas es cercana a 70 puntos. Diferencias de más de 100 puntos se encuentran entre los estudiantes cuyos padres no completaron la primaria y de aquellos que terminaron la educación superior o el posgrado. Una variable de la familia que influye de manera determinante en la capacidad de aprendizaje de los jóvenes es el “capital lingüístico” de los padres, entendido como la cantidad de vocablos, la variedad de su uso y la riqueza de las interacciones verbales que se dan en el seno del hogar.
Segundo. Si bien es cierto que las condiciones familiares ejercen una gran influencia sobre el logro educativo de los estudiantes, también es cierto que la organización escolar, el liderazgo de los directores y la eficacia pedagógica de los docentes pueden atenuar el impacto negativo de los bajos niveles socioculturales de las familias de los estudiantes. Lo contrario, también es cierto: la pobreza educativa de una escuela (en todos los sentidos) acentúa las deficiencias de los alumnos y, en consecuencia, propicia bajos niveles de aprendizaje. Por desgracia, la mayoría de los estudiantes pobres de México asisten a escuelas con carencias graves de todo tipo, tales como: una organización incompleta (un docente atiende a más de un grupo); con deficiencias de infraestructura y de materiales educativos; con altos niveles de inasistencia, impuntualidad y rotación de docentes; o, bien, con profesores noveles sin experiencia frente a grupo.
Tercero. Nuestro sistema educativo está organizado de tal manera que no solo segrega a los estudiantes por su nivel socioeconómico, sino que además lo hace en términos de su nivel de aprovechamiento escolar. Así, los alumnos con mejores calificaciones asisten en un horario matutino y los de menor rendimiento en un horario vespertino. Inclusive, dentro de un mismo turno se agrupan a los estudiantes: en el primer grupo se encuentran los mejores, en el segundo los que siguen y así sucesivamente, hasta llegar al último grupo donde se concentran a los estudiantes con las mayores debilidades académicas. Esta forma de organización desatiende lo que se conoce como “efecto de pares”, que hace que un estudiante de bajo rendimiento se beneficie de participar con compañeros de mayor rendimiento.
En síntesis, el sistema educativo reproduce en sus escuelas y aulas las condiciones socioculturales de los estudiantes, de tal manera que se cumple con el proverbio “origen es destino”, condición que explica en buena medida las grandes brechas de aprendizaje que se observan en todas las evaluaciones estandarizadas en las que México ha participado, como es el caso de Planea.
Consejero del INEE