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La frontera entre México y Estados Unidos es una de las más extensas, más transitadas y por lo tanto más complicadas del mundo. Divide a dos naciones totalmente diferentes en lo cultural y económico; puede decirse incluso que en realidad separa a Estados Unidos del resto de América Latina.
Alcanzar esa franja es obligado para millones que se encuentran en busca de un mejor porvenir y que huyen de la miseria y violencia de sus lugares de origen. Lo anterior y el cruce de millones de dólares en mercancía la convierten en un sitio apetitoso para sectores distintos: tanto el criminal, como el político, por ejemplo.
No puede negarse que para bandas delictivas mexicanas llegar al mercado estadounidense representa ingresos superiores a los que podrían obtener de este lado. Tampoco es un secreto que en sentido inverso la entrada de armas genera problemas de diversa índole para la seguridad mexicana.
En el aspecto político, personajes estadounidenses han explotado el sentimiento nacionalista señalando siempre a la situación que impera en la frontera como una amenaza, pero nadie como el presidente Donald Trump.
El mandatario estuvo ayer en McAllen, Texas, con el fin de exigir al Congreso de su país que destine 5,700 millones de dólares para la construcción de un muro fronterizo.
Su discurso nada ha cambiado desde la época de campaña. Afirma que inmigrantes indocumentados y drogas ilegales entran en gran número por la frontera con México, a pesar de que varios estudios muestran que la inmigración se encuentra en niveles mínimos de las últimas dos décadas y que hay evidencias de que cargamentos de droga podrían estar entrando por puertos legales.
El interés que mueve a Trump no es del todo la seguridad de su país, sino conservar el poder cuatro años más. La construcción del muro fue de las principales promesas hechas a su base electoral, la cual podría darle la espalda en los comicios de 2020 si no edifica la valla.
El gobierno mexicano entiende esa parte. La embajadora ante Estados Unidos, Martha Bárcena, dijo esta semana a EL UNIVERSAL que estar interviniendo en ese debate —que es interno entre la polarizada sociedad estadounidense— no llevaría ni conduciría a nada positivo en la relación bilateral.
La frontera seguirá mucho tiempo más en medio de debates bilaterales por los temas de seguridad, comercio y migración, principalmente. A pesar de que en este momento mucho de lo que se diga en el lado estadounidense formará parte de propaganda política, México debe mantenerse alerta para saber reaccionar a tiempo ante discursos o acciones que pongan en riesgo los derechos de connacionales y del país.