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Un mandato de las luchas obreras de los siglos XIX y XX es que los sindicatos deben fungir como organismos defensores de los derechos de los trabajadores frente a sus patrones. Cuando, por el contrario, sus líderes capturan para sí las causas, recursos y representación de los agremiados, los sindicatos están dejando de cumplir su misión para convertirse en un grupo de interés al servicio de una persona o sector particular.
Algunos sindicatos que el siglo pasado surgieron con la misión de defender los intereses de los trabajadores ante sus patrones, derivaron en instituciones al servicio de los intereses de la administración en turno por medio de la captura de los líderes gremiales, fuera por la vía económica o política.
Peor aún, en muchos casos la democracia interna fue suspendida para dar paso a un espacio de poder gestionado a conveniencia por el líder para beneficio particular.
La tensión entre líderes sindicales y agremiados fue una constante en México durante el siglo pasado, a lo que se sumó la relación institucional con los gobiernos. Esta mezcla de intereses pervive en la actualidad en nuestro país. Una muestra se revela en las inconformidades de una parte de los trabajadores del Heroico Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México con las nuevas disposiciones del actual director y con el propio sindicato de bomberos.
Esta situación al interior del Cuerpo de Bomberos de la capital no es nueva, y se ha presentado en otras ocasiones en distintos gremios, por la presencia de grupos que copan todos los espacios de poder.
El gobierno federal, con el que la administración de la Ciudad mantiene afinidades, ha manifestado que la libertad sindical es un derecho que será apoyado por las autoridades.
Es así que todos los sindicatos y sus liderazgos, deben reincorporar prácticas democráticas en estos organismos si es que prescindieron de ellas en el pasado.
Se vuelve necesario corregir las acciones antidemocráticas que puedan registrarse, como el control de plazas, el enquistamiento de liderazgos que atienden el bienestar propio antes que el grupal, entre otras. La tradición sindicalista debe transitar hacia la transparencia y la democracia, de lo contrario nunca servirá a sus agremiados.
Así como se dice que no habrá gobierno rico con pueblo pobre, también cabe la máxima no debe haber líder sindical rico con agremiados pobres.