El deterioro del sistema público de salud pública en México no es de ahora, aunque se acentuó en los últimos años. Un análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de 2016 ubicaba desde entonces a México en el tercer lugar entre sus países afiliados que menos recursos asigna para la salud: 5.8 por ciento del gasto total contra el promedio de naciones de la OCDE, que se ubicó en 9 por ciento.

Si a lo anterior se añade que los recursos erogados en el sector no se utilizaron de la mejor manera, el panorama no puede ser más desolador. Como evidencia están los 326 hospitales y unidades médicas en los que invirtió el gobierno de Enrique Peña Nieto. De acuerdo con una evaluación de la actual administración federal, 160 de ellas no podrán ponerse en funcionamiento porque sería un riesgo para los ciudadanos debido a que registran fallas estructurales o no fueron bien planeadas de origen. Son 123 unidades médicas y 37 hospitales los que dejarán de edificarse.

Del total de hospitales y unidades médicas en proceso de construcción que recibió como herencia el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, solo 13 presentan avances de obra de 80% o más, de los cuales únicamente tres están concluidos al 100% y próximos a inaugurarse.

El diagnóstico a las obras pendientes del sexenio anterior arroja datos que merecen una explicación puntual, por ejemplo el Hospital General de Zona del IMSS de Ciudad Acuña, Coahuila. Comenzó a construirse en 2017 y estaba proyectado para operar este 2019, pero solo reporta un avance de 26%; el monto de inversión es de 551 millones de pesos. A ese ritmo, tardaría seis años más en concluirse.

La práctica, sin embargo, no se limitó al ámbito federal. En agosto de 2018, López Obrador, como presidente electo, exhibió un hospital en obra negra en Ciudad Juárez. El inmueble fue inaugurado en 2015, por autoridades estatales aunque solo la fachada estaba concluida.

En los gobiernos federal, estatales y municipales no hay temas más productivos —política y electoralmente— que las inversiones en salud y en construcción de hospitales. Esa pareció ser la línea a seguir en la administración anterior: anuncios grandilocuentes de obras, de las cuales muy pocas se concluyeron al final. Se dio un uso político a las construcciones y una vez obtenido el provecho importó poco concluirlas. Entre eso y la corrupción hay muy poca distancia.

Revertir las carencias del sistema de salud es un desafío enorme, por lo que es necesario evaluar si se requieren más hospitales o si se apuesta a dotarlos de recursos humanos, equipamiento y acciones de mantenimiento. Los derechohabientes no deben esperar más por un servicio eficiente.

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