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La fecha del 18 de marzo es relevante para el país desde hace 81 años. Se trata de uno de los acontecimientos más sobresalientes en la enseñanza de la historia de México en las escuelas de educación básica. Tan importante que incluso es uno de los días feriados que tiene el país.
Un día como hoy, pero de 1938 el presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó la industria petrolera, que se encontraba en manos de empresas extranjeras. Momento clave para el surgimiento, tres meses después, de Petróleos Mexicanos, empresa que desde entonces se consideró símbolo de la soberanía nacional y a partir de la década de los 70, cuando fue descubierto el yacimiento de Cantarell, se le atribuyó la capacidad de llevar al país al desarrollo primermundista.
Las cargas fiscales, la falta de inversión y el abandono oficial que se le dio prácticamente a partir del inicio de este siglo tienen hoy a Pemex en una situación deplorable.
El balance que hoy hace EL UNIVERSAL es revelador. Es la empresa más endeudada del mundo: 2 billones de pesos (poco más de 100 mil millones de dólares), cifra casi similar a la del valor de sus activos. En 2004 alcanzó su mayor producción, 3.3 millones de barriles diarios; este año será apenas de 1.7 millones. Desde hace aproximadamente una década ha tenido que enfrentar un nuevo obstáculo: el robo de combustible tanto en ductos, como en instalaciones en tierra y marinas, que han representado pérdidas de hasta 60 mil millones de pesos anuales. Su capacidad de refinación apenas supera 30%, tiene 29 años importando gasolinas, 23 años dieses y 21 años turbosinas.
Como resultado casi natural, las principales calificadoras internacionales tienen una visión pesimista y han colocado a Pemex en perspectiva negativa.
Para el gobierno de Andrés Manuel López es prioridad rescatar a la empresa de la crisis financiera y de su baja productividad con el fin de devolverle el papel protagónico en materia económica.
El país aún tiene reservas petroleras. Recientemente se han descubierto yacimientos que pueden ser explotados y contribuir a elevar la producción, pero tendrá que ser de manera eficiente y sin elevar —o disminuyendo— el gasto corriente, aquel destinado a compras diarias y salarios, entre otros conceptos.
La estrategia que adopte el gobierno federal será esencial para tratar de reactivar Pemex. El fracaso no sería un golpe solo para la empresa, tendría un efecto cascada en la economía. Algo que por el bien del país debería evitarse.