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La diplomacia debe ser una actividad para que la desempeñen aquellos que se han preparado durante años, no los improvisados.
Los diplomáticos ejercen actividades que comprenden muchas facetas: desde mantener relaciones fructíferas con gobiernos de otros países y promover la cultura mexicana en esas naciones, hasta negociar acuerdos y flujos de inversión e impedir confrontaciones, por mencionar algunas.
El siglo pasado la diplomacia mexicana generó figuras destacadas a nivel nacional e internacional. Baste mencionar a Alfonso García Robles, que logró la firma del Tratado de Tlatelolco entre los gobiernos de América Latina para proscribir en la región las armas nucleares.
Otro logro de la diplomacia mexicana fue la creación del Grupo Contadora, conformado por Colombia, Panamá y México para pacificar la región centroamericana en la turbulenta década de los 80.
Se trató de una generación con ideas claras de lo que debe ser la política exterior.
Sin embargo, en el Servicio Exterior mexicano la presencia de políticos se ha vuelto numerosa. El artículo 89 de la Constitución faculta al Presidente de la República para nombrar y remover embajadores y cónsules, pero el artículo 7 de la Ley del Servicio Exterior Mexicano limita los nombramientos de políticos o funcionarios a 18% del total de las plazas, proporción que usualmente es mayor.
EL UNIVERSAL publica hoy que la oficina del secretario de Relaciones Exteriores solicitó a cerca de 50 titulares de representaciones de México en el exterior, que no forman parte del servicio civil de carrera (es decir no son diplomáticos), su renuncia a más tardar este miércoles 31 de octubre para que sea efectiva a partir del 30 de noviembre. Este trámite es algo usual cada sexenio, pero la diferencia ahora radica en que se pide liberar el cargo de inmediato sin la prórroga de 60 días que se contemplan para la entrega administrativa.
Los casi 50 funcionarios que recibieron el mensaje representan casi la tercera parte de los 157 delegaciones mexicanas en el exterior (80 embajadas, 67 consulados, siete misiones y tres oficinas). Al gobierno que entrará en funciones en diciembre se le presenta una oportunidad para revertir la tendencia que ha prevalecido en los últimos sexenios de colocar a políticos al frente de las representaciones diplomáticas.
La política exterior mexicana debe proyectarse desde la Cancillería y ejecutarse por profesionales, no por políticos caídos en desgracia que reciben como premio de consolación una embajada o un consulado.