Un país se construye a partir de la convivencia de sus miembros basada en las diferencias intrínsecas que existen entre ellos. Una democracia, por tanto, se forma cuando incluye a todos los individuos y les ofrece las mismas oportunidades de desarrollo.

En últimas fechas ha sido evidente cómo los mexicanos guardan un sentimiento de animadversión contra la diversidad. Esto se demostró en el rechazo a los migrantes centroamericanos que llegan al país en busca de mejores oportunidades, pero esta discriminación ocurre cotidianamente contra grupos y minorías que no están suficientemente respaldadas por las leyes y las instituciones.

La tolerancia es el valor fundamental que promueve la aceptación del otro a pesar de las diferencias de pensamiento y conducta. Es reconocer en el otro a un individuo con los mismos derechos y oportunidades, sin juicios por su condición e inclinaciones. Las minorías son aquellos grupos sociales que más necesitan de este reconocimiento, mismo que se les regatea en lo práctico.

En ocasión del Día Internacional de la Diversidad Sexual, que se conmemora cada 28 de junio, los grupos de la comunidad Lésbico Gay Bisexual Transexual (LGBT) marcharán hoy en distintas ciudades del país con el objetivo de que se les reconozca como sujetos de derechos que todavía les son negados en los marcos legales vigentes.

Esta comunidad, la LGBT, ha recorrido un largo camino en nuestro país con el fin de combatir la discriminación que han padecido históricamente, además de que reclaman ser tomados en cuenta por las instituciones, por las leyes.

Desde hace más de 40 años existen en nuestro país grupos y asociaciones formales que luchan por estos objetivos y, aunque los avances son importantes, puesto que se han formalizado las sociedades de convivencia y el matrimonio igualitario en distintos estados de la República, lo cierto es que siguen padeciendo discriminación en muchos niveles.

Cuando comenzaron los movimientos a favor de la diversidad sexual en México y se visibilizaron estas causas, los objetivos se veían lejanos y difíciles de conseguir. A más de cuatro décadas de distancia, no solo ya existen leyes que protegen a esta comunidad de la discriminación que sufren, sino que también hay una mayor consciencia de inclusión a las minorías.

Está pendiente, sin embargo, que las autoridades y los gobiernos insistan en la configuración de políticas que garanticen el disfrute de sus derechos individuales a las personas de la comunidad LGBT. Principalmente, se mantiene el reto de que la sociedad mexicana crezca en tolerancia y aceptación a todos los individuos que la conforman, sin importar su condición y preferencias.

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