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La presencia de la mujer en cuestiones laborales, sociales, económicas, empresariales, científicas y políticas es amplia, decisiva y evidente, pero eso no significa que la igualdad de género sea una meta lograda.
En la vida política de este país, por primera vez se alcanza un Congreso de la Unión paritario, aunque no por decisión voluntaria de los partidos políticos, sino por exigencias de la reforma política de 2014.
De acuerdo con datos de Inmujeres, la actual Cámara de Diputados está integrada por 241 mujeres (48.2%) y 259 hombres (51.8%); mientras que el Senado de la República quedó conformado por 63 mujeres (49.2%) y 65 hombres (50.8%). La capital del país será gobernada por una mujer; en los Congresos locales las mujeres representarán 46.1%, mientras que en las presidencias municipales alcanzan 26.4%. El próximo gobierno ha ofrecido que la mitad de los integrantes del gabinete serán mujeres.
El camino para la mujer aún está lleno de obstáculos, a pesar de que han transcurrido 65 años desde que sus decisiones comenzaron a ser tomadas en cuenta, cuando un día como hoy pero de 1953 se aprobó que podrían participar en las elecciones ejerciendo el sufragio y siendo votadas.
Los obstáculos se encuentran en todos lados. En la vía pública las mujeres son frecuente blanco de acoso. En muchas familias aún prevalece la idea de que ciertas tareas son específicamente “femeninas”. En los centros laborales es común que reciban menor salario al que perciben los hombres. La situación todavía es de desventaja.
En la serie de tres artículos especiales que EL UNIVERSAL está presentando sobre mujeres pescadoras se documentan varios de esos prejuicios. Sobresalir en el sector equivale a ser blanco de expresiones como haber pagado su éxito con favores sexuales. Si deciden fundar una pequeña empresa pesquera, son señaladas de ser prestanombres de algún varón.
En los 17 estados del país que cuentan con litoral trabajan 14 mil 311 mujeres, frente a 158 mil 227 hombres en el sector pesquero. La discriminación hacia ellas se da cuando 70% no percibe un ingreso fijo, y las que cuentan con salario, resulta menor al que se paga a hombres. Otras formas de discriminación se presentan en el acceso restringido al crédito y en falta de capacitación.
Son incuestionables los avances en igualdad de género, pero México debe encaminarse a una equidad basada en la educación y en la convicción, y no por imposición de la ley. El país no podrá desarrollarse de manera completa si una mitad se mantiene relegada y con menos oportunidades de progresar.