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No debiera ser. Que una madre pierda la vida al dar a luz es una de las situaciones para los que ninguna familia está preparada y que simplemente no se espera que ocurran. Y sin embargo, sucede. En México, se tiene detectado un promedio diario de tres mujeres que mueren durante el parto o de forma posterior por complicaciones o un mal manejo en su alumbramiento. Adicionalmente se informa que en el lapso de una década, comprendida entre 2007 y 2017, más de 11 mil mujeres murieron en nuestro país a consecuencia de una atención deficiente, por negligencia o por infecciones contraídas en el ambiente hospitalario.
De las cifras a las que este diario tuvo acceso, preocupa especialmente saber que hasta una tercera parte de las defunciones perinatológicas acontecen en el medio rural, donde como es lógico suponer, la atención médica es escasa y alejada de las comunidades campesinas e indígenas, amén de que una vasta población está fuera la cobertura de los servicios de salud que provee el Estado. Y en este sentido, estar asegurado por una institución médica administrada por el gobierno, tampoco es garantía para las mujeres de salir bien libradas al final de su embarazo, ya que de las defunciones ginecoobstétricas registradas, hasta un 70% se dio entre derechohabientes del sistema público de salud.
A los casos de muertes por parto registrados al interior de instalaciones nosocomiales, habría que agregar las múltiples denuncias de indiferencia del personal de salud ante mujeres que llegan hasta las clínicas y hospitales con signos evidentes de un parto inminente y a las que se les ha negado la atención, pretextando muchas veces sobrecupo o falta de especialistas.
El indicador RMM (Razón de Mortalidad Materna) apunta que en México se reportan en promedio 40 muertes de madres por cada 100 mil nacimientos, producto de ser atendidas por personal médico sin o poca experiencia, o sin los conocimientos o el equipo necesarios para confrontar embarazos, especialmente en aquellos señalados como de alto riesgo.
La mortalidad materna es un indicador claro de que México aún está lejos de ser un país avanzado y aunque nuestro país signó compromisos ante la Organización de las Naciones Unidas para reducir en la mayor medida de lo posible las muertes perinatológicas, la meta aún no se ha alcanzado. Como bien se señala, para dar una solución adecuada a esta problemática, hay que revisar hospital por hospital, y no escatimar recursos en ésta como en ninguna otra área de la salud, ya que va de por medio la vida de las y los mexicanos, los mismos que llevan al poder a los candidatos que les prometen bienestar y una mejor existencia.