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El drama de los migrantes en México se profundiza a pesar de que el gobierno mexicano completó el sellado de sus fronteras con elementos policiacos y militares. No hay el suficiente personal ni instalaciones en las cuales otorgarles una atención digna.
Ayer en Tapachula decenas de migrantes intentaron abandonar el recinto de la Feria Mesoamericana, donde desde hace 10 días están a la espera de que autoridades mexicanas les otorguen los oficios de salida para poder continuar su viaje a Estados Unidos. Acostada sobre el suelo y asomando manos y cara por debajo de un portón negro, una madre haitiana envuelta en llanto y desesperación describió la situación de “sufrimiento y maltrato”, de escasa comida, nula agua potable y la proliferación de mosquitos; relató también que su hijo de un año 10 meses lleva varios días enfermo. Las imágenes de María de Jesús Peters, corresponsal de EL UNIVERSAL, muestran la angustia.
Un día antes en el norte del país, con el hallazgo de un salvadoreño y su hija muertos en el río Bravo, parecía confirmarse la desesperación de los centroamericanos: estar dispuestos a arriesgar su vida y la de su familia que permanecer en su tierra en un ambiente hostil y de pobreza.
Para el Instituto Nacional de Migración se trata de una “crisis humanitaria”, pues reconoce que la migración masiva ha rebasado la infraestructura y los recursos materiales que se requieren para darles un trato digno.
¿Se pueden señalar responsables?
En medio de la situación, las voces de los gobiernos de Guatemala, Honduras y El Salvador no se escuchan para ofrecer alternativas a sus connacionales. El Programa de Desarrollo Integral para la región requiere de amplios recursos para generar oportunidades y aún tomará tiempo para su aplicación plena.
Estados Unidos ha ejercido un discurso de odio contra quienes buscan ingresar desde su frontera sur y mantiene un anquilosado sistema migratorio al que le toma de dos a tres años resolver las peticiones de asilo.
México también ha contribuido a alimentar el problema por haber sembrado endebles ilusiones para los centroamericanos y a los migrantes en general, al decir que serían bienvenidos y que habría trato digno, así como oportunidades de trabajo.
En resumen, los gobiernos de los países involucrados son quienes han creado la fórmula perfecta para llevar la migración a niveles no vistos en años anteriores y olvidarse de los derechos humanos. ¿Qué sigue ahora?