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En este país varias generaciones quedaron marcadas por la violencia que durante muchos años azotó a ciudades como Juárez, Monterrey, Tijuana y Culiacán. Era una etapa de disputa encarnizada entre legendarios jefes del narcotráfico que hoy están muertos o encarcelados. En medio quedaban las autoridades, sin capacidad para enfrentar el fuego enemigo, o peor, tomaban parte apoyando a algunos de los bandos enfrentados.
La violencia que parecía interminable pudo abatirse o disminuirse de manera drástica en esas zonas; actualmente los índices no llegan al nivel registrado hace más de una década. Pero el escenario solo cambió de lugar; los grupos criminales se mudaron, cambiaron de territorio y se instalaron desde hace años en sitios como Michoacán y Guerrero.
De acuerdo con información que hoy publica la Unidad de Datos de EL UNIVERSAL, para 2017 el mapa de la violencia adquirió nuevas tonalidades. Los índices que registran Colima, Guanajuato, Baja California Sur y Quintana Roo llegan a rebasar el promedio nacional de asesinatos. Colima, por ejemplo, de 2012 a 2017 pasó de una tasa de 39 a 113 homicidios por cada 100 mil habitantes, la más alta a nivel nacional. Aunque el mayor salto lo tuvo Baja California Sur, que hace seis años registraba cinco asesinatos por cada 100 mil habitantes y el año pasado la tasa se ubicó en 91 por cada 100 mil.
El año pasado 24 de las 32 entidades tuvieron un incremento en sus índices de criminalidad, en comparación con el año previo.
El país vivió una ola de violencia hace más de una década. Se contuvo por unos años y resurgió con mayor fuerza, ahora en ciudades distintas.
Esa expansión sólo evidencia la falta de una estrategia nacional para contener la operación de grupos del crimen organizado. Se ponen en marcha acciones en las ciudades con mayores índices, se despliegan fuerzas federales y efectivamente se alcanza un descenso de la criminalidad para luego aparecer en otras zonas. Si la estrategia anticrimen contara con una visión nacional y capacidad de respuesta inmediata eso no ocurriría o serían brotes esporádicos y no un patrón de violencia.
Los nuevos focos de inseguridad no surgieron de un día para otro. 2018 entró en su recta final y en los últimos 12 meses no se conocieron estrategias para atacar las causas de la inseguridad en Guanajuato o Colima.
Las cifras de homicidios se conocen ahora cada mes y son una herramienta para detectar importantes saltos en el comportamiento delictivo. Si autoridades federales y estatales no las utilizan para adoptar estrategias precisas, olviden que se pueda erradicar la violencia.