Una vez más el fantasma de las prácticas monopólicas se cierne sobre los consumidores de productos de comunicación masiva al ser casi un hecho que las autoridades mexicanas den visto bueno a la fusión para territorio nacional entre dos gigantes del medio: la casa Disney —propietaria de la cadena ESPN— y la productora Fox, poseedora de los derechos de Fox Sports. En esta ocasión los afectados directos serían los telespectadores aficionados a los deportes, quienes no sólo resentirían el nacimiento de un gigante de las transmisiones de sus juegos favoritos, sino que además impactaría sus bolsillos al implicar un aumento en el costo de las suscripciones a la televisión de paga pues, según denuncia el Instituto de Derecho de Telecomunicaciones (IDET), la concentración de concesiones y derechos en un solo permisionario, hará que éste migre sus contenidos a canales y plataformas exclusivas que el suscriptor debe contratar por separado, cuando antes se ofrecía en paquetes básicos.

En tal sentido, un grupo de senadores solicitan al Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) y a la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) que la fusión entre ambas compañías no se tome tan a la ligera y se revisen sus posibles implicaciones con mayor detalle y recelo.

Bien sabido es que en nuestro país el deporte que más arraigo tiene entre la población es el futbol soccer, del cual se calcula que más de la mitad de los mexicanos —hasta un 58%— están interesados en seguir regularmente los partidos, primordialmente los de la liga mexicana, pero también los que se efectúan en Europa y América del Sur.

Los senadores encargados de supervisar las fusiones entre entes mercantiles han señalado que la de Disney-Fox- deja fuera a los aficionados mexicanos de menos recursos del disfrute de los partidos de sus equipos favoritos, toda vez que Fox tiene la exclusividad de cinco de los dieciocho equipos de la Liga MX: Monterrey, Santos, León, Pachuca y Tijuana.

Este tipo de capitalismo en México se ha presentado sin contrapesos y en parte por eso suele cundir la corrupción en esta escala de negocios. La creación de institutos autónomos como la Cofece y el IFT suponen un dique al poder fáctico que representan las grandes empresas, pero su actuación deja aún mucho qué desear. Se espera que actúen porque de hacerlo, sería un caso emblemático de poder privado frenado por el interés común del Estado. No obstante, las instituciones autónomas han decepcionado y esa es la razón por la que se ven en peligro ahora en la Cuarta Transformación. Es tiempo de atreverse a tomar ya medidas ejemplares.

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