En menos de 48 horas la reforma educativa, que modifica la otra reforma que se dio en 2013, fue aprobada por diputados y senadores en periodo extraordinario. Por tratarse de cambios constitucionales requiere el aval de al menos 17 congresos estatales, lo que se espera sea un asunto de trámite. Atrás quedan semanas y meses de intensas discusiones partidistas, de llamadas de atención presidencial a legisladores y de protestas de la disidencia magisterial.

En este lapso se debatió mucho sobre control de plazas, reprobación escolar, desaparición del INEE, evaluación magisterial, pero escasamente se tocó el tema de la calidad educativa.

A nivel internacional México presenta un marcado rezago en el aprendizaje de español y matemáticas en escuelas primarias, de acuerdo con pruebas aplicadas por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), pero también hay datos que dibujan deficiencias en otros niveles.

En educación media superior (preparatoria, bachillerato), 52% de los mexicanos de entre 25 y 34 años carecen de ella, 30 puntos por arriba del promedio de los países que integran la organización.

En educación universitaria, México tiene la proporción más baja de la OCDE de adultos de 25 a 64 años, con un título de educación superior, apenas 17%, contra el promedio de 37% de la organización. En este rubro el país también está detrás de naciones como Chile (23%), Colombia (23%), Costa Rica (23%) o Argentina (21%).

Y respecto a la educación preescolar, México destaca por el porcentaje de matriculación (83%), pero el promedio de tiempo que los niños de entre 3 y 5 años pasan en el aula es el más bajo: 15 horas a la semana contra 30 horas, que es el promedio en la OCDE.

Hace más de una semana la iniciativa no alcanzó mayoría en el Senado. Esta vez, con excepción de un partido, las fracciones apoyaron la reforma, que establece directrices para todo el proceso de enseñanza, desde preescolar hasta universidad.

En el cuerpo de lo avalado –aún faltan las leyes secundarias– se eliminaron puntos que causaban malestar entre docentes y que consideraban punitivos. Es ocasión para que queden atrás divisiones y para que todas las partes del proceso educativo se enfoquen en elevar la calidad de la enseñanza.

Las herramientas que se adquieren en el aula de clase son centrales para reducir la desigualdad social. Regatear a cualquier mexicano la oportunidad de estudiar –por cuestiones económicas, falta de acceso o por paros magisteriales– es atentar contra un derecho humano.

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