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Uno de los contactos más directos que puede existir entre la ciudadanía y sus gobiernos se da por medio de los elementos policiacos. Los integrantes de las corporaciones de seguridad tienen la encomienda de brindar seguridad en los espacios públicos y en las calles, ahí donde se encuentra el grueso de la población. Ellos se convierten en el rostro más visible del poder gubernamental. Sus aciertos y sus errores repercuten en la percepción general de la autoridad.
Una de las explicaciones a la crisis de inseguridad que arrastra México desde hace al menos una década está íntimamente relacionada con la deficiencia y falta de controles en los cuerpos policiacos. Los abusos contra la población y los casos de corrupción conocidos contribuyen a deteriorar la imagen de la seguridad y por extensión la imagen de los gobernantes. Basten recordar los casos en los que corporaciones policiacas enteras de algunas ciudades han tenido que ser intervenidas y sus elementos reemplazados en su totalidad por estar coludidos con bandas de la delincuencia.
La fuerza policiaca que opera en la Ciudad de México es considerada una de las más preparadas en el país, pero en los últimos meses se han registrado casos que deberían encender alertas.
A principios de año la detención y exceso de fuerza contra un estudiante de preparatoria causó indignación. Después de que fue sometido, el joven estuvo extraviado varios días hasta que apareció con evidentes señales de desorientación. En mayo, este diario publicó un video en el que se exhibe a dos elementos policiacos recibir dinero de presuntos narcomenudistas. Un mes después se encontraron cuerpos desmembrados sobre un céntrico puente vehicular, sin que lo registrara una estación de policía ubicada a escasos metros.
El pasado fin de semana se conoció un caso más. En hechos que aún están bajo investigación, un automovilista fue abatido por policías cuando no se detuvo en un retén del alcoholímetro. Los elementos de seguridad argumentan que desde el interior del vehículo salieron disparos por lo que sintieron que corrían peligro y repelieron el ataque; acompañantes de la víctima rechazan la versión y exigen que se les realicen pruebas para comprobar que no traían armas ni hicieron disparos.
La capital del país presenta los índices de criminalidad más altos desde que se tiene ese tipo de registros. Sería lamentable que el fenómeno delictivo estuviera relacionado con faltas de control de los elementos policiacos. Cualquier abuso y exceso de fuerza debe investigarse y sancionarse de manera severa. Es por la imagen del gobierno, por la percepción ciudadana y por el respeto a los derechos humanos.