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El holocausto es la medida del horror. Si tuviéramos que medir la violencia en el mundo, las calamidades y los atropellos que se propinan unas personas a otras en distintas latitudes del planeta, el sufrimiento del pueblo judío durante el holocausto bien podría servir como el nivel más alto de nuestro rango de medición.
La lógica nos indica que después de la II Guerra Mundial, el pueblo judío debería vivir en un ambiente de paz por toda Europa: integrado, asimilado, sin señalamientos, ni acusaciones ni persecuciones. Ya sea el remordimiento, la vergüenza o la culpabilidad de los pueblos por su intento de extirparlos de la faz de la tierra, las que podrían servir de base para que así fuera. Sin embargo, la historia es completamente distinta, incluso, la realidad contradice enteramente esa conclusión.
El antisemitismo en Europa forma parte de una cultura y de una manera de enfrentar los males que acosan al mundo, es una forma de culpar al que siempre se ha visto como el extraño, como el rival. Una falsa y tonta respuesta para verdaderos problemas.
El antisemitismo europeo no nació con Hitler ni murió con él. Eso lo sabemos todos. Los judíos antes de Hitler sufrieron toda clase de persecuciones, denuncias, violencia y hostilidad. Aunque se puede, no nos vayamos antes. Desde el siglo XIV, cuando llegó de Asia la peste bubónica y muere más de un tercio de la población, iniciaron toda clase de paranoias apocalípticas que anunciaban el fin del mundo. La iglesia católica tuvo que encontrar chivos expiatorios y los encontró en dos grupos de la población: las mujeres y los judíos. Se decía que la peste era un intento del Diablo para aniquilar a la humanidad y que, para propagarla, contaba con un amplio grupo de colaboradores: los judíos.
En el siglo XIX, en Sobre la cuestión judía, Marx recordaba lo que decía Bruno Bauer sobre ellos: “el judío, por su parte no puede comportarse con respecto al Estado, mas que de manera judía, es decir, como un extraño al Estado”… “creyéndose con derecho a mantenerse al margen de la humanidad”.
Conocemos lo sucedido en el siglo XX. Periodo que, dado a los atroces actos a los que fueron sometidos, todo indicaría que la persecución llegaría a su fin. Incluso, el antisemitismo fue transformado en un delito profundamente grave en varios países europeos. Empero, nada más lejos de esto.
Actualmente, los judíos son ampliamente activos y visibles en Europa. En muchas partes han formado importantes comunidades, empezando por Francia, cuyo número se calcula en unas 600 mil personas. Sin embargo, y a pesar de esto, las comunidades están preocupadas, pues observan que el antisemitismo no sólo se ha mantenido, sino que cobra renovados bríos en nuevos sectores de las sociedades europeas (en Inglaterra, otra vez en Alemania, Hungria, España, entre otras).
Además las comunidades judías constatan que el Gobierno de Israel y sus conexiones ideológicas en Europa están esperando demasiado de ellos. Y más allá de un sentimiento de seguridad, les ha proveído un riesgo por su integridad física. Esto se constata con los recientes actos antisemitas en Bruselas (matanza en el museo judío de Bélgica el 24 de mayo del 2014) y en Toulouse (matanza en la escuela judía del barrio de la Roseraie el 19 de marzo del 2012), entre otros actos, como los acosos que sufren profesoras y profesores judíos en las escuelas alemanas, los que tienen que, incluso, esconder su identidad para no ser hostilizados por los alumnos.
Los judíos de Europa, actualmente, se preguntan si deben o no irse a vivir a Israel, o si deben distanciarse de la política israelita para poder estar a salvo. Pero estas preguntas están encaminadas por la incertidumbre de que los poderes públicos puedan realmente proveerles de protección y de si Europa se ha convertido nuevamente, en territorio hostil en el que, otra vez, se oyen eslóganes antisemitas en las plazas públicas, como: "muerte a los judíos".
El antisemitismo en Europa siempre ha recogido los mismos términos de acusación, persecusión y expulsión hacia los judíos, empero, ahora el problema es que estos términos han sido incluídos en un marco de globalización, lo que lo hace todavía mucho más peligroso.
Magistrado