Los líderes mundiales y los políticos en general, por razones ideológicas, me parece, únicamente atienden lo urgente (la esquirla de un problema que se tiene enfrente en el aquí y ahora, pero que no resuelve el problema entero), y niegan la existencia o la relevancia de lo verdaderamente importante (que, como no es necesariamente urgente y, por tratarse de medidas a largo plazo no rinden capital político ni otorgan votos inmediatos; prefieren ahorrarse los gastos, pero con eso no detendrán las desastrosas consecuencias en el futuro).

Urgente es apagar un incendio, verdaderamente importante, es dotarnos a todos con extintores.

De la modernidad llegamos al caos. Salimos de esa sociedad “moderna” que era entendida como una máquina generadora de cambios constantes, para arribar a las consecuencias de lo que mal llamamos “progreso”. Problemas torales de nuestro mundo y de las sociedades en las que vivimos como la migración, la desigualdad, la pobreza, el hambre, la inseguridad, los nacionalismos extremos y, por supuesto, el cambio climático, no son otra cosa más que la gran conclusión de esa glotonería económica, política y social del modernismo y, también, de la dogmática ideológica heredada por la modernidad y de la ceguera actual que nos ha impedido ver cuáles son realmente los problemas que se deben resolver y cuáles de ellos son únicamente consecuencias de esos problemas y no problemas en sí mismos.

Tantos y tan graves son nuestros conflictos y el mundo tan escaso de mentes con voluntad para discernirlos y resolverlos sin sesgos ideológicos. Al menos, me refiero a mentes que tengan de su lado las herramientas del poder político y puedan evitar la hecatombe a la que nos acercamos. Como corderos en el peldaño de un abismo que los políticos nos impiden ver por miedo, por comodidad o por conveniencia ideológica, pero que está ahí y todavía no hay quién se ofrezca a construir un puente.

Los seres humanos tendemos a dogmatizarlo todo, incluso las mentiras. Raymond Aron alguna vez señaló el elefante blanco de la dogmatización que se encuentra en la sala de todos los tiempos y, decía algo como: “si Marx dijo que la religión era el opio del pueblo, ahora el marxismo se ha convertido en una religión”… y así, sucesivamente.

Por un lado, está la izquierda preocupada por la popularidad que han adquirido los partidos de extrema derecha, los nacionalismos extremos y el populismo; ellos creen que estos son el problema que se debe atacar en el mundo actual. Por otro lado, los partidarios de los extremismos políticos consideran que los problemas se deben a las políticas sociales y asistenciales; es decir, a la visión social o igualitaria. Mientras tanto, la migración, la pobreza, el desempleo, y otros problemas más graves que esos, como el calentamiento global, siguen avanzando. Por supuesto, sobre este último, la mayoría de los líderes mundiales sudando los cuellos blancos de sus camisas consideran que es un mito.

Cada uno de ellos actúa bajo las premisas dogmatizadas de su ideología. Una forma de pensamiento que no les permite ver más allá del mundo que lo que sus premisas ideológicas abarcan. Vivimos en un mundo globalizado, no por la economía, sino porque compartimos todos los mismos problemas. Problemas que ya son de todos y no sólo de izquierdas, derechas, populismos, humanistas o religiosos. Todos estamos enfrentando situaciones que no requieren de los anteojos ideológicos para poder leerlas y entenderlas. El dogmatismo genera necedad y ceguera crítica. Impide construir soluciones compartidas a problemas generalizados. Problemas que, como los que he mencionado, requieren más de técnica y de voluntad que de premisas ideológicas o de propuestas teñidas de un color u otro.

No es la falta de conciencia de la gente ni la ausencia de una preocupación generalizada lo que está acabando con el mundo, sino la necedad dogmática de algunos que se resisten a ver que las dicotomías de su ideología ya no son suficientes para leer el mundo y lo que se requiere ahora, más que nunca, es acción certera. Respuestas que solucionen lo verdaderamente importante y no distraerse únicamente por lo urgente.

Magistrado del Tribunal Superior de la
CDMX. Ex Embajador de México en los
Países Bajos.

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