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Real de Catorce, San Luis Potosí
Si tienes suerte, podrás encontrarte con algún fantasma, pero antes, asegúrate de tomar uno de sus recorridos turísticos hacia el Cerro del Quemado, un lugar sagrado para los huicholes. Para que no te pierdas, los Caballerangos del Real organizan excursiones a caballo hasta la falda del cerro, el resto debes recorrerlo a pie y, desde la cima, podrás tener una vista panorámica del estado y algunos lugares emblemáticos como la Hacienda Socarrón de la Purísima; este recorrido también incluye una visita por la Mina de San Agustín.
Otro lugar recomendable es Estación Catorce, para llegar puedes hacerlo en tu propio vehículo o desde la central camionera de San Luis Potosí. En este sitio hallarás un oasis de enormes árboles de aguacate que decoran la iglesia y las ruinas de algunas haciendas. A veces puedes ver peregrinos huicholes (wixaritaris) que recolectan peyote para llevarlo a la cima del cerro.
En Estación Catorce, ofrecen diferentes recorridos en jeeps Willys; los más destacados son el de pueblos y haciendas, la ruta Wirikuta y los paseos por el desierto. Si tienes las pilas recargadas, hay una excursión de ocho horas que parte de la sierra San José de Coronado, pasando por Tierras Negras, El Encinal, Alamitos, La Luz y concluye en Real de Catorce.
Real de Catorce, a pesar del turismo, todavía tiene cierta atmósfera de pueblo fantasma. En 1803 poseía la segunda mina de plata más importante a nivel mundial, pero una vez que se acabaron los recursos, el lugar fue abandonado. Por su historia, arquitectura de otro tiempo y su entorno sagrado, Real de Catorce fue nombrado Pueblo Mágico por la Secretaría de Turismo Federal (Sectur).
Dicen que en sus antiguas construcciones, ahora ocupadas por pequeños hoteles, tiendas de artesanías, bares y restaurantes, habita uno que otro fantasma. Hay quienes aseguran que en el Mesón de la Abundancia, un hotel boutique, se escuchan murmullos y monedas cayendo.
Una de las leyendas más famosas es la de “El Jergas”, el fantasma que cuida las minas. Por lo general, se aparece a los mineros, pero cualquier persona que pase por una mina o el cementerio puede llegar a verlo. “El Jergas” lleva a los trabajadores por los túneles perdidos e inaccesibles de las minas hasta perderlos y darles una recompensa o matarlos.
La próxima vez que vayas, pregunta por él, quizá te digan dónde encontrarlo o se burlen de ti.
Mineral de Pozos, Guanajuato
A tres horas y media de la Ciudad de México, se encuentra este pueblo minero que ha resurgido del olvido. Antes de 1927 estaba en su apogeo, cuando se extraía oro, plata, bronce, hierro y hasta mercurio. Pero con el estallido de la Revolución de México ese esplendor se esfumó. Desde ese entonces, ha cambiado de nombre más de 10 veces.
Poco a poco las inversiones volvieron a llegar. Las antiguas casonas también se transformaron en hoteles boutique o bed & breakfasts de unas cuantas habitaciones, se abrieron galerías de arte y, sin perder su misticismo y encanto rústico, ya tiene una escuela modelo, un famoso taller de instrumentos musicales prehispánicos y su propia cerveza artesanal. En 2012 se convirtió en Pueblo Mágico.
Algunas actividades que puedes realizar son los descensos a las minas, recorridos en bici, tours y talleres en un rancho de lavanda (donde también se puede pasar la noche) y paseos a emblemáticas haciendas de tiempos del porfiriato.
En mayo se realiza un festival de música prehispánica y mariachis.
Te recomendamos visitar el Centro Arqueológico Mina San Rafael. Un guía te acompañará a lo más profundo de las minas. Después de 120 metros de recorrido, verás un espejo de agua y, para disfrutarlo mejor, el guía te pedirá que apagues tu linterna y guardes absoluto silencio.
Contará que hace muchos años algunos mineros se quedaron atrapados en el lugar y ahora sus almas son las que vagan por los estrechos caminos. Podría aparecerse uno frente a ti si no guardas respeto al lugar, si eso ocurriera, asegúrate de seguir a tu guía y no a un fantasma en esta mina.
Ojuela, Durango
El municipio de Mapimí es un Pueblo Mágico que alberga historia, misticismo y una sorprendente naturaleza. Está a tres horas de camino de la ciudad de Durango. Sus escenarios te sorprenderán y dejarán en tu memoria una experiencia inolvidable que querrás contar a todos.
Ojuela es un pueblo fantasma incrustado entre dos cerros, ahí se instaló una mina que era fuente de ingresos para muchas personas. Para facilitar su trabajo, en 1892, construyeron un puente colgante de 318 metros de largo y a 110 metros de altura
El puente puede ser usado por los turistas, mientras te tambaleas, contemplarás la cañada, la vista simplemente te impactará. El puente tiene una estructura tan sólida que es imposible que se rompa y caigas al abismo.
También puedes sorprenderte con la arquitectura del lugar, parece fusionarse con la naturaleza. Las construcciones de piedra deterioradas y blanquecinas se combinan con la maleza de los cerros y no desentonan con el paisaje, al contrario, lo complementan haciéndote sentir nostálgico al presenciar una región tan antigua.
En los alrededores de Ojuela podrás encontrar las Grutas del Rosario, la Sierra del Sarnoso y la Zona del Silencio, ésta última, ubicada en medio del desierto, se hizo famosa por los supuestos avistamientos extraterrestres y extraños acontecimientos. Pero, podrías observar en la noche las estrellas, constelaciones y cometas que se presencian en su máximo esplendor debido a la oscuridad absoluta del lugar. Debes ser precavido y contar con la asesoría de un guía oficial, no queremos que te pierdas o seas abducido por los extraterrestres.
Pero no todo es ciencia ficción, en la Reserva de la Biósfera Bolsón de Mapimí, reconocida por la UNESCO, puedes encontrar restos fósiles de origen marino, aguas termales y hasta un manantial subterráneo.
visita.durango.gob.mx/es/mapimi
Misnebalam, Yucatán
Misnebalam es un auténtico pueblo fantasma. Solía ser una hacienda henequenera que gozaba de gran prosperidad, sin embargo, después de tantos conflictos y traiciones entre dueños, la hacienda quedó en manos de Paulino Conde y José Pacheco, quienes han dejado el lugar a su suerte.
Las construcciones estaban deterioradas y el suelo erosionado, las almas en pena eran sus únicos visitantes y era un lugar al que ni el más valiente querría entrar.
Hace poco, el gobierno de Yucatán se ha encargó de que este sitio fuera turístico. Han realizado reconstrucciones, conservando los árboles y el estilo colonial. Ahora, al ser un recinto vacacional, puedes disfrutar de recorridos y meterte en calles rodeadas de viejos edificios sin techo, sin ventanas ni puertas o visitar el cenote subterráneo de la hacienda.
Podrás ver algunos espectros, al menos eso es lo que cuenta la gente. La leyenda más popular es la de un niño llamado “Juliancito”, el hijo de los trabajadores de una hacienda. Su muerte fue una tragedia.
Pero ahora su fantasma se dedica a hacer travesuras a los pocos habitantes que quedan y a los visitantes. Además, puedes encontrarte con un monje que por las noches enciende las luces de la iglesia; también se escuchan voces extrañas.
Dar un recorrido por tu cuenta no es mala idea, pero deja que te guíen los habitantes de una comisaría y te cuenten cada una de las leyendas que alberga Misnebalam.
Hospedarte ahí ya es posible, tienen lugares con cuartos completamente amueblados, un restaurante muy discreto, albercas y hasta canchas deportivas.
La Secretaría de Turismo de Yucatán y colonos de Yaxché trabajan en conjunto para hacer rutas en bicicleta los fines de semana que lleven al pueblo fantasma, una zona arqueológica y a un cementerio.
Este enigmático lugar se encuentra a tan solo 50 minutos de Mérida.
www.haciendasenyucatan.com/misnebalan/
(Foto: Cathy/Flickr)