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La definición de “extremo” en mi diccionario probablemente diría algo así: “Extremo: Entiéndase por maratón de ocho horas en Netflix, aderezado con cinco bolsas de palomitas de microondas extra mantequilla”. Es decir, la aventura y yo, no somos uno mismo.
La intención del viaje era conocer todo lo que esta villa —no hay otra forma de describirla— ofrece en verano y a lo largo del año que, créeme, es muchísimo más de lo que te imaginas. Tradicionalmente Vail es un destino de esquí y de actividades en la nieve, cuya temporada va de mediados o fines de noviembre hasta inmediatamente después de la Semana Santa.
(Foto: Istock)
Primera sorpresa —que ya va siendo la norma—, soy la mayor del grupo y por mucho; segunda sorpresa, de un grupo de ocho, todos, menos otra chica y yo (ella con la enorme ventaja de ser naturalmente buena para los deportes y unos 500 años menor que yo), son del tipo über atlético; ya saben, de esos que tienen botas de hiking súper pro, backpacks de Patagonia o de North Face, y sueñan con, o tienen ya, una cámara GoPro. No puedo negar que al verlos me sentí bastante intimidada y pensé para mí: “oh Dios, en qué me metí”. Mi mente había registrado solamente las cenas gourmet, un concierto al aire libre y otras actividades —que sonaban perfectamente chic y absolutamente inofensivas— en el itinerario.
Miércoles
Llegamos después de un par de horas en el transporte terrestre que tomamos en el aeropuerto de Denver. El trámite es sencillo: al salir del reclamo de equipaje, se ven casi inmediatamente los mostradores de Colorado Mountain Express, donde puedes contratar tu van o SUV, o reservarla con anterioridad en línea.
Después de quedarnos con la boca abierta al ver la pequeña ciudad —que parece salida de un cuento— y sus impresionantes y muy verdes vistas a la montaña, conocimos nuestra suite en Solaris Residences, en pleno corazón de Vail, y arriba de un exclusivo centro comercial.
Las suites son ideales para familias, ya que cuentan con una cocina equipada (¡hasta con pavera!), tele y baño en cada habitación, sala, comedor y una deliciosa terraza. La nuestra tenía cuatro habitaciones; yo me quedé con la más chirris, pero la verdad estaba linda. El mobiliario es moderno, con inspiración rústica y natural, incluidas muchas piezas de estilo minimalista de madera. Y el penthouse, ¡wow!, es de dos pisos, tiene techos muy altos con vigas y grabados de importantes artistas de la corriente pop, como Jean Michel Basquiat.
Después de un baño rápido, bajamos corriendo al restaurante Matsuhisa, cuya sucursal en Vail está en el hotel. Ofrece una exquisita cocina nouveau japonesa (la acabo de bautizar) y es parte de la cadena creada por el aclamado chef Nobu Matsuhisa, socio del actor Robert de Niro. El wagyu cocido en piedra caliente y el King crab tempura, ¡ufff!, no te los puedes perder.
(Foto: Cortesía Vail Resorts)
Jueves
Nos levantamos tempranito y después de desayunar muy sano en la suite (en Vail te contagias de fitness y de la onda saludable porque todo es orgánico, sin gluten, etcétera, etcétera) nos encontramos con nuestros guías de fly fishing o pesca con mosca, la más tranqui de nuestras actividades de aventura. Nos dividieron en pares (me sentí como el niño gordito de la película) y nos asignaron un guía de Gore Creek Fly Fisherman, compañía que ofrece productos y excursiones de pesca con guías experimentados y muy pacientes.
Cada pareja se montó con su respectivo guía en el coche que transportaba su propia lancha —unas inflables, otras no— hasta Avon, un pueblito a unos 20 minutos de Vail. Ahí, en la sede de Gore Creek, obtuvimos nuestra licencia para pescar (tienes que llevar tu pasaporte) y de ahí seguimos hasta un tranquilo ramal del río Colorado donde se prepararon las lanchas y las cañas de pescar para nuestra expedición.
Una vez colocado el chaleco salvavidas, el guía procede a darte las normas de seguridad. Por ejemplo, si te caes al río, apunta con los pies hacia la corriente y déjate llevar hasta que te rescaten. Naturalmente empecé a hiperventilar un poco, pero la pesca resultó ser sorprendentemente tranquila y relajante.
Al principio te sientes un poco inseguro porque el suelo de la lancha se mueve porque es inflable y se siente un poco resbaloso, pero después de poco rato ya estás como si nada. El guía prepara el anzuelo y te enseña cómo lanzarlo.
Después de muchos intentos y de mucho enredarnos ¡no pescamos nada! A pesar de que Scott, nuestro guía, nos dijo que las mujeres aprendemos mucho más rápido “porque seguimos mejor las instrucciones que los hombres, que creen que lo saben todo” (jejeje).
Otros compañeros tuvieron mejor suerte y después de atrapar sus truchas y tomar la respectiva foto, las devolvieron al río. Gore Creek sigue la política de catch and release (atrapa y suelta). En general, el estado de Colorado es muy cuidadoso con su flora y fauna.
De regreso en Vail, comimos en el pintoresco y Bully Ranch de cocina americana. Medio pueblo nos aseguró que ahí hacen las mejores hamburguesas del lugar. No te pierdas los tater tots con aceite de trufa.
Por la tarde noche, ya bañados y planchados, caminamos desde el Solaris hasta el Anfiteatro Gerald Ford para escuchar, sentados sobre frazadas en el pasto, el concierto inaugural del Bravo! Vail, que este año celebra su 30 aniversario. Algunas de las orquestas más importantes del mundo se presentan en este festival musical que concluye el 4 de agosto.
Aunque no seas fanático de la música clásica, la experiencia de oír a grandes intérpretes en vivo, con una copa de prosecco en mano, sentado en una cobija sobre el pasto y con la vista maravillosa de la montaña y el cielo azul, es irrepetible.
Tuvimos la suerte de escuchar a la orquesta de la Academy of St. Martin in the Fields, dirigida por el violinista, Joshua Bell. El precio de los boletos en la sección de pasto es muy accesible.
(Foto: Cortesía Vail Resorts)
De ahí corrimos literalmente a cenar a Flame, en el hotel Four Seasons de Vail. El chef Marcus nos recibió en su impecable cocina con prosecco, quesos de Colorado y gruesas rebanadas de jugoso steak que pudimos aderezar con rubs (polvos sazonados) de distintos sabores: hongos, estilo mexicano (picante, por supuesto) y varios más. Muchos asumimos que esa era la cena —diferente y divertida— debido a la abundancia de todo, pero nooo, nos aguardaba un menú de cuatro tiempos. La especialidad de Flame son los cortes de carne y otros platos, como los corn dogs de alce.
(Foto: Cortesía Vail Resorts)
Viernes
Otro día que empezó temprano para partir hacia la montaña. Nos encontraríamos con un grupo de guías de Paragon Guides para hacer senderismo ¡con llamas! —llamas peruanas, animales, vaya, no te imagines un ritual exótico con fuego—. Son muy dóciles y buenas para cargar, perfectas para acompañar a un grupo o familia. Los niños adorarán convertirse en un “llama ranger“, el encargado de llevar al animal.
Donny, el papá de los guías, nos presentó a “the boys”, como bautizaron a las llamas. Solamente tienen machos para evitar que escupan (solo lo hacen cuando hay hembras presentes. Dios, estos machos). Sneffles, Bailey y Dwight nos acompañaron montaña arriba. Las caminatas pueden ser de dificultad moderada a muy intensa, según se elija. Nosotros —incluidos los superatléticos— tuvimos más que suficiente con la moderada que, la verdad, sí exige bastante esfuerzo.
Cansados pero divertidos, y después de haber tomado cientos de fotos, regresamos al campamento base donde nos esperaba un picnic (incluido en el paseo; no hay que llevar nada, excepto agua) que devoramos muy gustosos.
Después de un rato de relax y un baño, subimos a uno de los espectaculares penthouses de Solaris Residences, a una cata privada guiada por un sommelier del bar de vino Root and Flower, acompañada de exquisitos quesos.
Luego, nos fuimos a Pendulum, un nuevo restaurante de innovadora cocina de autor. El tagliatelle de langosta me conquistó. Además de excelente mixología, tiene en su happy hour una selección de sus entradas y flatbreads.
Sábado
Y en este día, llegó lo mero bueno. Salimos temprano y caminamos a Lionshead Village, donde tomamos la góndola para subir a la montaña de Vail. Arriba se instaló el parque Epic Discovery. Si amas la adrenalina, este lugar te va a encantar.
Después de admirar el paisaje que quita el aliento, nos encontramos a un grupo de chicos que podrían haber sido el elenco perfecto de un programa de aventuras extremas: rubios, bronceados y totalmente atléticos. Yo, que soy un pobre venadito asustadizo, empecé a “tragar gordo”.
El itinerario decía claramente “Zipline tour”, pero yo, en mi infinita inocencia, nunca relacioné la palabra zipline con tirolesa. Debo hacer aquí un breve paréntesis para explicar que hasta la más mínima altura me da vértigo y que me rehúso a pararme en los miradores que tienen piso de cristal. Así que, cuando finalmente entendí lo que íbamos a hacer, digamos que casi me desmayo.
El mencionado “Zipline tour” (que incluye el acceso a las otras atracciones del parque) consiste en un recorrido por siete tirolesas (sí, leíste bien, sie-te) incluida una de las más largas en Estados Unidos. El tour de 3.2 kilómetros, entre cables y puentes aéreos dura de tres a cuatro horas.
Te colocan el arnés, que la verdad te hace sentir súper seguro; debes usar lentes de sol porque la velocidad que alcanzas, más el viento que se siente en aquellas alturas te hacen llorar los ojos y no podrías ver nada. Lleva una chamarra ligera pero que te proteja. Aunque abajo haga calor, en las plataformas hace muchísimo viento y te congelas.
Una vez resignada a mi suerte, subí con el resto del grupo, por una escalera de troncos y cuerdas a la primera plataforma, no muy ancha y sin barandales. Eso sí, todo el tiempo estás perfectamente asegurado a una barra central por el arnés. Te suben a un banquito, el guía monta tu riel al cable de acero y ¡swish! La sensación es realmente emocionante. Yo, que nunca pensé subirme a una tirolesa, acabé feliz después de lanzarme por siete cables bastante extremos.
Otras atracciones de Epic Discovery son el “Forest Flyer”, una montaña rusa en la que tú regulas la velocidad y en la que nos subimos dos veces, y el divertidísimo “Summer Tubing”, toboganes en los que te deslizas sobre una enorme llanta inflable y en los que te puedes lanzar solo o en trenecito, las veces que quieras. Hay además paredes para escalar, recorridos en bicicleta de montaña y muchas actividades para niños.
Cansadísimos y muy relajados por la descarga de adrenalina, regresamos a Vail y después de ponernos guapos, fuimos a Vail Brewing Co. para disfrutar de una cata de cervezas artesanales.
Cerramos estupendamente nuestra visita en Vail cenando en Sweet Basil, uno de los restaurantes de más tradición en la villa. Este año cumple los 40. Recomiendo el linguini al azafrán, pero en realidad todo lo que pruebes es delicioso.
Del encantador pueblo de Vail me llevo, además de todo lo vivido, un recuerdo: una de las chicas del grupo, antes de volver a casa, me dijo: “Oye, ¡eres muy aventurera!”. Si supiera...
GUÍA DEL VIAJERO
Cómo llegar
Vuelo a Denver por Aeroméxico/Delta, con conexión en Atlanta. Conviene tomar el vuelo de las 7:30 para no llegar muy tarde a Vail. Prácticamente sería un día perdido. Transporte terrestre al resort: Colorado Mountain Express. Puedes reservar en www.coloradomountainexpress.com
Hotel Solaris Residences
Para reservaciones: Tel. 00 970 476 9000, www.solarisvail.com
Actividades
Pesca con mosca: Gore Creek Fly Fisherman. www.gorecreekflyfisherman.com
Senderismo con llamas: Paragon Guides paragonguides.com
Actividades de montaña, tour de tirolesas: Epic Discovery. www.vail.com/info/epic-discovery.aspx
De compras
Vail es un lugar caro, así que si buscas ir de compras, ve preparado. Es ideal para adquirir prendas deportivas, de esquí y, en general, ropa, accesorios y equipo de invierno. También hay boutiques exclusivas y elegantes joyerías. A una media hora de la ciudad está el centro comercial Silverthorne Outlets, donde hay tiendas de marca con descuento. Se puede acceder a él en los transportes de Fresh Tracks Transportation, por una tarifa de 30 dólares por persona, viaje redondo. www.freshtrackstransportation.com.