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Ocho de la mañana. El sol se ha levantado sobre el Monte de los Olivos, resaltando los campos que, en invierno, se llenarán de rugosas aceitunas negras. Dentro de la antigua ciudad de Jerusalén, los peregrinos abarrotan las calles estrechas, hacen un intento por llegar hasta el Santo Sepulcro, donde se celebrará la primera liturgia del Jueves Santo. La atmósfera se impregna con aroma a incienso, éste limpia el paso de más de 150 sacerdotes y el patriarca latino, la máxima representación de la iglesia católica en Israel y quien se encargará de presidir la ceremonia.

Las alabanzas y las bendiciones del pan y el vino traspasan los muros del Santo Sepulcro. En este santuario transcurren las últimas tres estaciones del Viacrucis. Fieles y turistas siguen luchando por entrar, la hazaña puede durar hasta cuatro horas o quizá hasta el siguiente día, para admirar los espacios que narran la crucifixión y resurrección de Jesús bajo un mismo techo.

Los pasajes están repartidos entre ortodoxos y cristianos. Cada uno tiene horarios específicos para llevar a cabo sus rituales.

Dentro del templo, el patriarca latino realiza el lavatorio de pies, bajo una enorme cúpula recientemente remozada, con inscripciones, frescos y láminas de oro y mármol. Después de repetir el ritual a 12 seminaristas, lleva el Santísimo Sacramento en procesión: dos vueltas al edículo del Sepulcro —pequeño templo que protege la tumba vacía de Jesús— y una tercera que incluye la Piedra de la Unción, pasando ante el Calvario. Queda exhibido para que los fieles lo adoren hasta el Viernes Santo.

Tras la misa solemne, el templo se cierra. Algunos peregrinos quedan encerrados voluntariamente. Las puertas se vuelven a abrir al mediodía, cuando las dos familias musulmanas que resguardan las llaves del recinto, las entregan en custodia a los franciscanos. Se vuelve a cerrar.

La muchedumbre se dispersa por las calles, encontrándose con judíos que asisten a su cita de oración en el Muro de los Lamentos.

Los restaurantes de la ciudad vieja están atiborrados. Son días para saborear puré de garbanzos y ensalada israelí, que refresca el cuerpo sometido a un calor de 35° C.

Hay tiempo para visitar el Museo Torre de David. En un primer viaje a Tierra Santa ayuda a comprender las etapas por la que ha pasado esta ciudad, cuna de las civilizaciones. El área imperdible es el patio de la antigua fortaleza, un yacimiento arqueológico con piedras existentes desde el periodo arameo, hasta el imperio turco.

La jornada del Jueves Santo en Jerusalén es larga y llena de citas en varios recintos. A las nueve de la noche es el último evento: una peregrinación con velas parte hacia el Huerto de Getsemaní. Por una hora se velan en silencio los últimos momentos de Jesús antes de ser aprehendido.

La luz de las velas llega hasta la iglesia de San Pedro, según la tradición es el lugar en que el Mesías pasó la noche después de su aprehensión.

Por la Vía Dolorosa

Otra vez, el reloj marca las ocho de la mañana. En Viernes Santo, la Pasión y crucifixión del Señor se conmemora desde muy temprano. Las procesiones se reúnen a lo largo de la Vía Dolorosa, descrita en la Biblia como el camino que siguió Jesús hacia el Calvario.

Para muchos, la imagen concebida de ese trayecto discurre entre viejos olivos hasta lo alto de una montaña, pero no es así.

La Vía Dolorosa es ruidosa y está llena de mercaderes. Edificios viejos y de piedra se elevan en ambos lados, siguiendo una hilera de escalones interminables, con basura y mal olor; esa es la imagen fiel que vio Jesús aquel viernes.

El Viacrucis consiste en cargar en hombros, cruces de madera. Cada peregrinación puede llevar la suya o mandar a hacerla en Belén, a 20 minutos de Jerusalén. La ciudad tiene por tradición tallar a mano las cruces en madera de olivo.

El símbolo sagrado se lleva entre rezos y cantos por las 14 estaciones de la Vía Dolorosa; la primera está en el Monasterio de la Flagelación, donde Pilatos condenó a Jesús y éste tomó la cruz. Actualmente hay un convento. En los sótanos se guardan losas antiguas conocidas, según la tradición, como Gábbata. Más abajo, hay un gigantesco depósito de agua construido por Herodes “el Grande”, que seguramente sació la sed de los soldados romanos que se burlaron de Jesús.

El fin de la procesión es, nuevamente, en el Santo Sepulcro. El funeral de Cristo es un evento exclusivo de la iglesia. A puerta cerrada, los sacerdotes reconstruyen la colocación de su cuerpo sobre la tumba.

El milagro del Fuego Nuevo

El Sábado Santo es de la iglesia ortodoxa, regida por un patriarca griego. Desde las cinco de la mañana, feligreses hacen turno fuera del Santo Sepulcro para atestiguar el rito del Fuego Nuevo, que inaugura la vigilia de la Pascua y representa la Resurrección de Jesús.

Hasta la una de la tarde, los vendedores ambulantes dejan de ofrecer kaak, un pan cubierto con semillas de ajonjolí que alimenta y contrarresta la desmañanada de los peregrinos.

Tambores resuenan por toda la ciudad. El patriarca ha llegado. Todas las luces del Sepulcro son apagadas. Las puertas de la tumba están selladas por una gruesa capa de cera de abeja. Deben asegurarse de que no haya ningún instrumento que pueda encender las lámparas.

Para los ortodoxos no hay duda de que ahí sucede un milagro. De un candelabro, con 33 velas, sale fuego. De la nada, una llama ilumina el templo. Los menos devotos pensarán que alguien se encarga de encenderla. La escena eriza la piel.

El Fuego Nuevo, según la tradición, no quema durante los primeros minutos. Los fieles pasan sus manos a través de la llama y muchos, después, tocan con ella el rostro.

El patriarca se encarga de repartir la luz entre los fieles. El fuego sale hasta la ciudad vieja, pero dentro del Sepulcro solo dura cinco minutos, debe apagarse para evitar un incendio.

El ritual se repite de noche, ahora por una pequeña comunidad etiope ortodoxa. Al finalizar, repican las campanas en señal de alegría.

Durante la Pascua

Los días posteriores a la Resurrección transcurren entre más liturgias. Ahora, es momento de conocer otros rincones de la ciudad vieja.

Cerca de la tercera estación de la Vía Dolorosa está el Hospicio Austriaco, un hotel para peregrinos que ofrece la mejor vista de la ciudad, desde su azotea. Un café y una rebanada de pay de manzana hacen apreciar mejor la panorámica.

Recorrer los túneles del Muro de los Lamentos es de ley. Aunque represente el sitio más sagrado de los judíos, los cristianos son bienvenidos y hasta pueden dejar una petición escrita en un papelito envuelto; después de seis meses, será llevado para su cremación al Monte de los Olivos.

La ciudad vieja es dominada por la cúpula dorada del Domo de la Roca, el tercer recinto sagrado más importante del islam. En el interior está la roca donde, según la tradición, Mahoma ascendió al cielo. Los muros octagonales están cubiertos de mosaicos e inscripciones del Corán. La entrada está prohibida para los no musulmanes, sin embargo, se puede visitar la explanada.

Fuera de la ciudad amurallada, está el Museo Rockefeller. Su principal pieza son los papiros del Mar Muerto, las copias más antiguas de la Biblia en hebreo y que representan uno de los hallazgos más importantes del siglo XX.

Las boutiques y restaurantes de moda están en el barrio alemán. También se pueden encontrar artesanías, como alfombras de lana, cerámica decorada al estilo armenio y cristalería.

Es posible ir a Belén y volver en un día. Se encuentra a solo 20 minutos de distancia. Los pastores llevan a visitar la Iglesia de la Natividad, el punto exacto donde nació Jesús.

A una hora, está la ciudad de Tel Aviv, la meca del turismo LGBT y sus playas, como Banana Beach, con eventos artísticos gratuitos.

GUÍA DEL VIAJERO

Boleto de avión

Kayak.com ofrece vuelos redondos desde 23 mil pesos. El aeropuerto de llegada es el de Tel Aviv, a 40 km de distancia (una hora, aproximadamente) de Jerusalén.

Donde dormir

Hospicio Austriaco. Habitaciones sencillas desde 97 euros. Incluye desayuno.

Paquete de viaje

Doce días en Tierra Santa y Portugal. Desde mil 945 dólares, con guías en español, alimentos y hospedaje incluidos. Salidas programadas en octubre. Reservaciones: Roberto González, guía experto en Tierra Santa. robgc63@gmail.com

Vestimenta

Mujeres: hombros cubiertos y faldas debajo de la rodilla; en las mezquitas se debe cubrir la cabeza. Hombres: brazos cubiertos y pantalones largos. En sitios judíos y musulmanes no portar accesorios alusivos a otra religión.

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