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El corazón te dice “salta ahora”, pero el cerebro dicta “tómate tu tiempo, inhala y exhala”. No es fácil enfrentarse a una caída de 75 metros en la que se acuatiza en una alberca natural sin fondo, al menos eso parece desde la superficie, pues la luz del sol no alcanza a iluminar el suelo.
Cuando al fin el cuerpo se carga de valentía, hay que saltar. En segundos, está sumergido en aguas tibias que viajan a través de las paredes estrechas del cañón Paso de Vaqueros, una joya natural de San Luis de la Paz, en Guanajuato.
El recorrido continúa hacia una segunda poza, para llegar a ella hay que rapelear y después deslizarse por un tobogán de piedra volcánica. Desde la parte alta de la resbaladilla natural se aprecia que el cañón forma parte de un antiguo pueblo, el cual fue sumergido para construir una presa.
Los expedicionarios tienen tiempo para nadar. El momento de paz dura poco. Hay que soltar un poco de adrenalina al escalar algunas rocas.
Los huecos entre la piedra funcionan como escalones y pasamanos. El reto los está llevando a una cascada, que se descenderá también a rappel. Son 30 metros para bajar, con el agua desplomándose sobre la cabeza.
Al finalizar la actividad, se internan en los senderos de cañón para reponer energía bajo la sombra de los cipreses: el staff monta un pequeño picnic que incluye sándwiches, fruta y jugos.
Ya descansados, el grupo se va al Pueblo Mágico de Mineral de Pozos, ubicado a menos de media hora del cañón.
Se recorren sus calles solitarias y las ruinas de una bonanza minera que le dan un aspecto fantasmagórico. Después hay que ir a la tienda de instrumentos prehispánicos hechos de madera y piedra de la región.
El cliente puede cambiar el itinerario por una visita a las antiguas minas de plata; algunas se deben descender a rappel.
Quién te lleva
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