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En las faldas del Popocatépetl, aún se conserva el fervor religioso de los frailes dominicos, agustinos y franciscanos. Ayudados por manos indígenas, construyeron 14 monasterios que distribuyeron entre Puebla y Morelos. Éste último se quedó con la mayor riqueza: 11 tesoros arquitectónicos declarados Patrimonio de la Humanidad, que se pueden conocer en un viaje carretero. Nosotros seleccionamos cinco, los mejor conservados.
Primera parada: Cuernavaca
Juana de Zúñiga, esposa de Hernán Cortés, donó el terreno a los franciscanos para construir un conjunto conventual, que hoy incluye la Catedral de Cuernavaca. Con más de 500 años de vida, aún se conservan tres capillas y el templo mayor. En el interior se resguardan murales, como el Martirio de San Felipe de Jesús en Japón.
Después de recorrer el atrio y la librería, hay que trasladarse a la plaza principal, para beber un clásico esquimo de mamey o comprar bugambilias en el vivero San Francisco.
Segunda parada: Tepoztlán
En este Pueblo Mágico, lleno de buena energía, los dominicos dejaron huella con el templo y exconvento de la Natividad.
Aún ostenta gran parte de los frescos que cubrían paredes y techos desde el siglo XVI. Aquí está el Museo de Historia, con cinco salas que cuentan la cultura e historia de Tepoztlán.
Los fines de semana, a la salida del templo, se instala un tianguis donde puedes probar los molotes rellenos de diferentes guisos. No hay que irse sin llevar una casita de madera de pochote o beber los licores de cereza y maracuyá de Su Casa.
Tercera parada: Yautepec
A menos de 30 minutos, se llega a Santo Domingo, otro claustro de la orden dominica. En él destaca la gran torre del campanario y una capilla abierta, la mayor del estado. Su interior está profusamente decorado con pintura mural de frailes, bóvedas en forma de estrellas y arcos con nichos.
En la parte baja hay un pequeño museo con piezas arqueológicas de las culturas tolteca y olmeca, además de un insectario y herbolario de medicina tradicional.
Cuarta parada: Tlayacapan
Más que una iglesia, San Juan Bautista parece un castillo construido por los agustinos, en medio de un Pueblo Mágico de pequeñas callecitas empedradas. Por dentro está casi desnudo y blanco, con apenas unos cuantos murales.
Pero lo más importante de este lugar, sin duda, es su museo de arte sacro y el sitio donde se exhiben momias del siglo XVI.
Antes de partir a Yecapixtla, la ciudad de la cecina, visita el Centro Cultural La Cerería, que muchos años operó como fábrica de velas y después se convirtió en el cuartel de Emiliano Zapata. Hay danza, teatro y exposiciones de foto. En Casa Tonantzin te consienten con un baño de temazcal o masaje de piedras calientes por 300 pesos.
Última parada: Yecapixtla
Con una vista única al “Popo”, llegamos al pueblo que mejor sabe hacer cecina. Y es justo afuera del convento agustino San Juan Bautista, donde están los mejores tacos. Pero antes de darte una comilona, recorre esta construcción de altas torres y un rosetón gótico de cantera que adornan la entrada. También hay murales.