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Diego Alonso/ EFE-Reportajes
Cuenta una leyenda esquimal que los límites de la tierra y del mar están bordeados por un inmenso abismo sobre el que aparece un sendero estrecho y muy peligroso que conduce a las regiones celestiales. Solo los espíritus de aquellos que han tenido una muerte voluntaria o violenta, y el cuervo, son los que recorren ese sendero. Los espíritus que viven allí, en los cielos, encienden antorchas para guiar los pasos de los que llegan. Esa luz es la aurora boreal. Al final del camino, festejan y juegan con un cráneo de morsa.
También tienen, los esquimales, una simbología para el sonido silbante que acompaña, algunas veces, a esa aurora. Se trata de las voces de los espíritus que intentan comunicarse con las gentes de la tierra. Se trata de los “selaimu”, los “moradores del cielo.
Para otros pueblos, se trata de un zorro que va rozando el cielo con su cola, produciendo chispas luminosas cada vez que corre sobre la nieve. En otras tradiciones se cree que esas luces son provocadas por las grandes ballenas al arrojar chorros de agua helada al cielo.
Vientos solares
A ese fenómeno de la naturaleza, el investigador francés Pierre Gassendi denominó, en 1621, “aurora boreal”, la luz del Norte.
Científicamente, la aurora se produce cuando los vientos solares afectan al campo magnético de la Tierra y, las partículas liberadas en explosiones solares, quedan retenidas en la atmósfera. Esas partículas -iones, protones y electrones- que arrojan las tormentas solares, se aproximan a una velocidad de entre 80 y 150 kilómetros a la Tierra.
Entonces, el cielo aparece poblado de puntos luminosos que se unen formando líneas rectas, franjas onduleantes, circulares, de variados colores, rojos, azules, verdes, amarillos, anaranjados.
Intensidad
Hay diferentes tipos de auroras boreales, en función de la intensidad con la que se puedan observar, así como de la duración de las mismas en el cielo. Se suele aceptar un ordenamiento del uno al nueve, considerando la de menor valoración como una simple línea blanca que cruza el horizonte, hasta la de máxima intensidad, donde el juego de colores y el mantenimiento en el cielo estrellado, muestra un contraste que es de una indescriptible belleza.
A la caza de luces
El mejor tiempo para observar las luces del norte son los meses de septiembre, octubre y luego marzo, casi siempre. No hay un país en las proximidades del Círculo Polar Ártico que destaque por encima de otro en las posibilidades de verlas y fotografiarlas. Se puede ir a Noruega, Finlandia, Islandia, Alaska, Canadá o Groenlandia.
Conviene tener en cuenta que muchas veces se ve únicamente una línea blanca en el horizonte. Además, la mejor manera de ver una aurora boreal es aprovechar la máxima oscuridad en lugares donde el cielo esté claro y despejado.