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viridiana.ramirez@eluniversal.com.mx
Aquí, el Año Nuevo no se anuncia con 12 campanadas ni juegos pirotécnicos. El momento queda tatuado entre pisadas que fracturan el hielo y respiraciones agitadas de quienes se aventuran a explorar la garganta del desierto, un laberinto de cañones, fisuras y quebradas esculpidas en roca: el majestuoso Gran Cañón del río Colorado.
La hazaña de caminar los bordes silenciosos y unidos —que se han ido formando desde hace seis millones de años— durante las últimas o primeras horas del año, se convierte en un ritual para los viajeros que desean cerrar con broche de oro su agenda de travesías o comenzar una nueva.
El inicio
Recorrer el extremo sur de esta maravilla natural y Patrimonio de la Humanidad de Arizona, puede tomar de dos a nueve horas de caminata, incluso más días para los que prefieren acampar alrededor de sus 12 miradores.
Esta zona es la única que permanece abierta todo el año. A diferencia del extremo norte, las condiciones climáticas son más favorables, aunque en invierno hay tormentas de nieve.
El pueblo de Flagstaff es la puerta de entrada. A 90 kilómetros parten los autobuses que conducen a los tres senderos habilitados: Rim, Bright Angel y South Kaibab.
Rim es un llano cubierto de arbustos y bloques de piedra rojiza que cambian de color según la hora del día. Los viajeros, con mochila a cuestas, suben y bajan elevaciones rocosas que alcanzan los 200 metros de altura.
Se van internando entre grietas hasta Monument Creek, un mirador generoso que permite observar el cauce furioso del río Colorado, a veces sobrevolado por el cóndor de California.
El viaje se corona en Powel Point, una elevación de cima plana, donde los expedicionarios contemplan el atardecer. Los rayos del sol hacen un juego de sombras y luces entre las paredes del Gran Cañón, dejando al descubierto un paisaje de esquitos (minerales agrupados en miles de láminas delgadas), cuarzos y areniscas.
No está permitido pasar la noche en Rim y aunque no hay un límite de tiempo para estar en el lugar, los guardaparques siempre vigilan que todas las personas regresen por el mismo camino por donde vinieron o se dirijan a la zona de campamento.
El momento de la celebración
Todos los caminos llevan a Bright Angel, la zona de campamento y la más alta del extremo sur: a 920 metros (cinco veces el tamaño de nuestra Torre Latinoamericana).
Haber llegado hasta Brigth Angel significa nueve horas de caminata (15 kilómetros), entre desfiladeros que roban el aliento y arcos naturales de piedra, muchas veces cubiertos de nieve.
Cuando el sol se oculta, el “hielo negro” es una amenaza. La temperatura puede caer hasta los 18°C bajo cero. Es entonces cuando se forman capas invisibles y resbalosas de hielo. Los viajeros, por seguridad, deben apoyarse en bastones para trekking o en varas gruesas para evitar caídas.
Los primeros en coronar la cima tienen preferencia para instalar su tienda de campaña cerca del mirador Indian Garden. El manto de nubes que cubre por las mañanas al Gran Cañón es un espectáculo que nadie se quiere perder.
Se prohíben las fogatas. Las únicas fuentes de luz en estos parajes son la luna o las estrellas y la Vía Láctea. Los viajeros lanzan gritos de aliento a los que vienen en camino, comparten barras energéticas o tragos de agua. Los sándwiches y la comida enlatada, la gran cena, se disfrutan después del conteo que despide al año viejo.
Está permitido pernoctar dentro del parque un máximo de cuatro noches. Al día siguiente, hay personas que emprenden el recorrido hacia el sendero South Kaibab, con tres miradores que rebasan los mil metros de altura.
El trayecto cruza por Skeleton Point, una de las zonas donde se explica con placas informativas la creación del Gran Cañón, que fue el producto de un proceso llamado epirogénesis: el reflejo del movimiento de las placas tectónicas que originó otras fallas y elevaciones, como las Montañas Rocallosas y la Meseta del Colorado.
HERRAMIENTAS DE VIAJE
Cómo llegar
La mejor manera de acercarse al extremo sur es por Phoenix, la capital de Arizona. En el aeropuerto hay autobuses al pueblo de Flagstaff, a dos horas y media.
Permiso para acampar
Se tramita ante Backcountry Information Center, una oficina dentro del parque. Se debe solicitar cuatro meses antes del viaje para dormir las cuatro noches. Los permisos de última hora se extienden un día antes de la caminata y solo son para dos noches.
Tarifas: el acceso cuesta 15 dólares; 10 dólares cada permiso y ocho dólares por dormir sobre los bordes de las barrancas.
Guías y mapas en español.
www.nps.gov/grca
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