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Lara Malvesi/ EFE
Marco es colombiano y Donald Trump le parece “una mala elección” pero ha querido fotografiarse frente a la Torre Trump, donde vive y tiene sus oficinas el presidente electo de Estados Unidos.
A partir del 20 de enero, Trump empezará teóricamente a vivir en la Casa Blanca, pero se espera que haga viajes recurrentes a su lujosa casa neoyorquina, lo que promete convertirse en una pesadilla tanto para el tráfico ya de por sí complicado del Midtown de Manhattan, como para los servicios secretos del presidente.
La avenida de compras más lujosa de Nueva York, la Quinta Avenida, especialmente entre las calles 55 y 57, sufre por compartir código postal con la Torre Trump, convertida en la sede de operaciones de la Casa Blanca en transición.
Taxistas y vecinos ya se han acostumbrado a evitar esa zona, plagada de tiendas de lujo y turistas, cercana tanto a la entrada sur de Central Park como al Museo de Arte Moderno (MoMA), entre otras atracciones.
La policía de Nueva York y el Servicio Secreto anunciaron hace unos días el cierre del tráfico en la Calle 56, entre la Quinta Avenida y Madison, una restricción que podría extenderse a un mayor perímetro a lo largo del mandato, siempre que el presidente esté en la ciudad.
Dos puestos de seguridad a ambos lados de la manzana donde se encuentra la torre alertan a los que quieran atravesar la acera de que pueden estar sujetos a registros.
Los peor parados, además de Tiffany’s —que ha colocado escoltas para sus clientes—, son Gucci y Armani, detrás de la misma valla que la torre Trump. En frente, la encargada de la joyería Piaget explica que no recibe ni la mitad de clientes que antes de las elecciones.
La torre parece totalmente cerrada, aunque es posible acceder pasando un control relativamente sencillo, sin arco de seguridad. Tan solo hay que mostrar el bolso.
Dentro, se ha situado una zona de prensa frente a los ascensores, cuya apertura de puertas despierta gran expectación cada vez que se ilumina la luz que anuncia su llegada.
Algunas personas, la mayoría familias estadounidenses, de visita en la ciudad, no solo quieren fotografiarse fuera de la torre, sino comer en su restaurante, tomar algo en su bar, y hasta adquirir una camiseta o recuerdo con la marca Trump.