Dicen que si tropiezas con un canadiense, él se disculpará aunque tú tengas la culpa. Hasta hace un par de semanas creía que se trataba de un mito. Pero ocho días bastaron para entender que me equivocaba: cuando alguien nota que hablas español, hace su mejor esfuerzo por comunicarse en tu idioma, y si preguntas a un desconocido dónde hay una tienda cerca, no duda en dibujarte un mapa. Si olvidas tu cartera, no falta quien busque devolverla intacta.

Para saber cómo es la vida en Canadá, pasé una semana viajando por sus carreteras. Mi primera parada fue Montreal, y a cinco minutos de haber llegado, ya sentía que todo el estrés había desaparecido. Aunque era un día soleado, el viento era tan fresco como en el día más invernal que uno pueda imaginar en México. En los parques había más gente alimentando a las ardillas que con la vista en su celular. No parecía una ciudad con más de tres millones de habitantes.

Si buscas un momento perfecto para visitar el país, tiene que ser éste. En primer lugar, el tipo de cambio permanece menor al dólar estadounidense. Y la otra razón: a partir del 1 de diciembre se eliminará el requisito de visa para los mexicanos. Solo necesitarás una Autorización Electrónica de Viaje, que puedes tramitar en línea.

Montreal es un “caos”

“Nos hacen la vida imposible”, se quejó un hombre que caminaba cerca de mí, y su amiga le dio la razón. Su molestia era por una obra pública. No pude evitar sonreír, porque lo que él describía como un absoluto caos constaba de un par de personas caminando debajo de la acera en una desviación, y unos pocos autos provocando lo que nosotros conocemos como “tráfico leve”.

Luego supe que la ciudad se está preparando para su 375 aniversario, en 2017. Habrá eventos culturales, artísticos, gastronómicos y deportivos. algunos comienzan desde diciembre.

La programación incluye un espectáculo de luz y sonido que será proyectado en paredes, suelo y árboles del centro histórico, así como una producción para televisión con celebridades locales y un festival de diseño y música electrónica.

Para quien no tiene idea de dónde comenzar a explorar, está el mirador Au Somme, ubicado en el centro. Está a 185 metros de altura y tiene vista de 360 grados. Un piso abajo, hay una exhibición interactiva que muestra información sobre todas las temáticas a partir de las cuales puede conocerse la ciudad: gastronomía, historia, arte y más. Seleccionas lo que más te interesa y al final recibes un itinerario impreso con lo que debes visitar.

La torre donde se aloja el mirador y la muestra tiene forma de cruz y es el edificio más alto de su tipo en el país.

Pertenece a un complejo arquitectónico, la Place Ville Marie, una de las construcciones que dieron paso a la Ciudad Subterránea: una red de calles peatonales con 32 kilómetros de extensión y toda clase de comercios.

Quebec es un cuento de hadas

Llegué a Quebec poco después del atardecer, pero parecían más de las 11 de la noche. Las calles eran silenciosas y las enormes casas tenían pocas luces encendidas. Conforme avanzaba, veía menos autos transitando. La sensación cambió al llegar al restaurante Légende, cerca del centro histórico. Estaba lleno de gente joven y con una atmósfera hipster, entre ladrillos expuestos, focos vintage y detalles en madera, para lograr un aspecto rústico. Sus platos solo son para compartir, y están inspirados en las culturas indígenas de la región, con ingredientes naturales de temporada.

Caminar por el Viejo Quebec es como visitar un pueblito salido de un cuento navideño europeo: calles adoquinadas, construcciones de piedra y techos de colores. La referencia no es tan equivocada, pues fue el lugar donde comenzó la cultura francesa en América. La ciudad tiene más de cuatro siglos y es Patrimonio Mundial por la Unesco. Si quieres echarle un vistazo rápido a su pasado, busca la Place Royale; aquí se ubicó el primer asentamiento francés, y a unos minutos se encuentra el mural Fresque des Québécois, que representa parte de la historia de Quebec.

La atmósfera de fantasía se acentúa al máximo en la Rue du Petit-Champlain. Es una calle angosta y bulliciosa, atascada de negocios con letreros externos de aspecto antiguo. Está en perfecto desorden, y aquí encuentras de todo: dulces típicos, cafeterías que parecen sets cinematográficos, artesanías y tiendas de curiosidades.

Ottawa es una delicia

La capital del país no solo se puede conocer por sus monumentos y espectaculares edificios gubernamentales, sino también por la forma en que sus habitantes disfrutan la gastronomía. El lugar ideal para comenzar la misión es ByWard Market; se trata del barrio más antiguo. Se llama así por el mercado del mismo nombre, que a su vez fue uno de los primeros de la ciudad. No hay restaurantes y bares artificiales solo para turistas, sino auténticos puntos de reunión para los locales.

Ahí encontré a Mathieu Samson-Savage, guía de la zona con su empresa Experience Food. Vive desde hace 12 años en Ottawa y estudia un doctorado en Sociología, pero éste es su pasatiempo. El tour se concentró en los alrededores del mercado, ocultos entre las calles.

En total, el recorrido incluyó cinco sitios. Inició en Play Food & Wine, que pertenece a Stephen Beckta, restaurantero famoso en el país por la calidad de sus negocios. Fue un buen lugar para probar entradas, pues su concepto es de platos pequeños y una cocina abierta.

Tuve dos favoritos indiscutibles. Navarra es uno de ellos: su menú está inspirado en la cocina mexicana y su chef René Rodríguez fue ganador del programa Top Chef Canadá. El otro es Brothers, con más de 120 cervezas artesanales. Los maridajes con postres son de lo mejor.

Esa noche dormí en el hotel Fairmont Château Laurier, a unos pasos del Parlamento. Se ve justo como un castillo y fue construido en 1912. Sus pasillos son tan elegantes como inquietantes para quien fantasea con los cuentos paranormales.

Niagara Falls es un espectáculo

No importa cuánto las hayas visto en fotografías, las cataratas del Niágara son intimidantes. La parte más turística de la ciudad de Niagara Falls es muy pequeña, y pareciera que en todos lados puedes escuchar la brisa.

Me levanté temprano para hacer el recorrido Journey behind the Falls. Consta de una serie de túneles que se adentran en la cascada, que alcanza hasta 57 metros de altura. Al asomarte por algunos miradores puedes ver el inmenso torrente frente a ti, mojándote sin piedad. Parece una atracción tranquila, pero al estar tan cerca también hay adrenalina y un poquito de vértigo.

La mejor forma de salpicarse es en los cruceros que te acercan a las caídas de agua. El paseo toma solo 20 minutos y la perspectiva es única.

Una tirolesa que se eleva a 67 metros de altura es la novedad. Se aproxima a la zona de miradores, y si bien no se acerca mucho al curso del río, ofrece un gran panorama frente a las cataratas.

A 30 minutos en auto, está Niagara-on-the-Lake, un pueblito vinícola que data del siglo XIX. También es el lugar donde cualquiera quisiera tener su casa de campo y olvidarse de todo: hogares enormes con frondosos árboles en el jardín, caminos rurales impecables y extensos viñedos.

De estos últimos, visité los de la casa Peller Estates, una de las más famosas. Tiene un restaurante donde ofrecen maridajes y recorridos.

Vale la pena probar su ice wine, vino que proviene de uvas congeladas durante el invierno. Se marida con postres.

Puedes visitar el Icewine Lounge que se encuentra a menos 10° C.

Toronto es puro arte

La experiencia en la ciudad más diversa en el país es muy distinta. Aquí conviven todas nacionalidades, y eso se nota en el arte urbano de sus calles y el ritmo agitado de cada uno de sus barrios.

Así encontré Pinot’s Palette, un bar de vino que también tiene presencia en varias ciudades estadounidenses. Tiene una característica muy especial: mientras bebes, participas en una clase de pintura. Es tan divertido que ni siquiera me importó que mi obra no se pareciera ni tantito a la muestra, un paisaje de ciudad durante el crepúsculo.

Para seguir en el mismo mood, tomé un tour por el West Queen West, un distrito de arte y diseño. Mi guía fue Betty Ann Jordan, una periodista especializada que, por casi tres horas, me mostró los sitios imprescindibles, esos donde se concentran los creativos de la ciudad.

Una librería indie, postres y helados de autor, una tienda que celebra la cultura de la ciudad estadounidense de Detroit y la artesanía en papel de Seúl estuvieron en el itinerario.

Las favoritas fueron Craft Ontario, galería especializada en arte de las Primeras Naciones de Canadá, y Gravitypope, una zapatería para hombres y mujeres que vende calzado excéntrico.

Toronto podrá ser toda una jungla de concreto, pero una cosa no cambia: la gente es tan amable que te sientes como en casa.

Guía del viajero

Ruta

Mundo Joven ofrece el paquete “Fly and Drive” de Montreal a Toronto. La ruta contempla Quebec, Ottawa, Niagara Falls y la ciudad de Mont-Tremblant. Incluye renta de auto por ocho días y hospedaje por siete noches. Se realiza del 1 de mayo al 31 de octubre. El trayecto de un destino y otro dura entre dos horas y media y cinco horas de viaje.

www.mundojoven.com

Cómo llegar

Air Canada te lleva a Montreal desde cuatro mil 300 pesos por persona. De Toronto a México: desde cinco mil 343 pesos.

Autorización Electrónica de Viaje (eTA)

A partir del 1 de diciembre necesitarás la eTA. El trámite se hace por internet y cuesta siete dólares canadienses; estará vinculada a tu pasaporte. Es válida hasta por cinco años.

Moneda

Un dólar canadiense equivale aproximadamente a 15 pesos.

Sitios web de turismo

www.tourisme-montreal.org

www.quebecregion.com

www.ottawatourism.ca

www.visitniagaracanada.com

www.seetorontonow.com

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