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SAMANTHA M. GUZMÁN enviada
LAS VEGAS. — Es una ciudad abrumadora. Llego al lobby del hotel y encuentro decorados que mezclan colores vivos, brillo dorado y tonos crema; parecen salidos de una película de la edad de oro de Hollywood. En ese espacio, al mismo tiempo transitan cientos de personas: unas prácticamente en traje de baño y otras en outfits llenos de accesorios. Familias en bermudas y playeras amplias con estampados desgastados. Una que otra novia va corriendo y pasa casi desapercibida. Apenas entro a mi habitación y dejo atrás el murmullo formado por distintos idiomas; necesito encerrarme un rato para procesar el torbellino de imágenes curiosas. Y llevo menos de una hora en Las Vegas.
Ya recuperada, decido salir de nuevo a ese mundo de gente. Ni vivir en la Ciudad de México me preparó para algo así. Mientras recorro los pasillos del Bellagio, me doy cuenta de que no luce como un hotel por sus boutiques de lujo, restaurantes y bares con conceptos independientes, una galería de arte y hasta una pastelería con una fuente de chocolate del piso al techo.
Entre locales y luces de centro comercial, encuentro el casino. Es el mismo que vi en La gran estafa, pero ahora la cinta ya no me resulta tan verosímil. Me pregunto cuántas historias dignas de película de robos han tenido lugar aquí. Me conformo con los 70 dólares que acabo de ganar en la ruleta y lo celebro sin pena frente a hombres cuyas apuestas mínimas involucran cientos de dólares. Cuando los pierden, solo levantan su trago y se cambian de mesa.
- Miniciudades
En los alrededores de Las Vegas Boulevard South (mejor conocido como Las Vegas Strip), todos los hoteles viven una lucha por ver quién tiene más atracciones. Un jardín botánico un poquito kitsch decora el Bellagio, y Mandalay Bay presume un acuario. En Paris Las Vegas puedes ascender por la réplica (a escala) de la Torre Eiffel y en The Cosmopolitan, asistir a un cine al aire libre. MGM Grand te ofrece la posibilidad de resolver crímenes en un simulador basado en la serie CSI y Circus Circus tiene un parque temático.
Caesars Palace no tiene montañas rusas: la posibilidad de dormir en la suite de ¿Qué pasó ayer?, ya es suficiente diversión.
El amor por los espacios amplios y el aspecto ultra lujoso lo comparten todos los alojamientos. Algunos tienen ornamentos tan suntuosos y dorados, que por momentos me siento en la casa de “Huicho Domínguez”.
Entre los pasillos larguísimos, las luces que aturden y los puentes con escaleras eléctricas que casi unen a varios de los hoteles, Las Vegas es como un laberinto del cual no quisieras salir.
Aquí, los hoteles boutique, como The Cromwell (a cinco minutos del Caesars), superan las 100 habitaciones y existen paquetes de hospedaje que incluyen transporte en jet privado.
- Más que buffets
Para cenar, elijo el restaurante Lago, en el Bellagio. Del chef Julián Serrano, galardonado por la fundación James Beard, se especializa en comida italiana. El sabor de los platillos justifica por qué es uno de los restaurantes que han hecho destacar la ciudad por su alta gastronomía. Eso sí, las porciones se caracterizan por ser pequeñas, por lo que no es el sitio al cual quieres ir si mueres de hambre y piensas comer “hasta reventar”.
Si es tu caso, date una vuelta por los buffets de los hoteles, como el Caesars, que son muy famosos. La oferta es inmensa, y algunos días pueden incluir platillos como caviar o langosta. Los precios van desde los 30 dólares. Fuera de los alojamientos, también hay restaurantes y bares casuales; The Park, a unos minutos del MGM Grand, reune varias buenas opciones, entre ellas Beerhaus, especializado en snacks y cervezas artesanales, y Sake Rok, un bar de sushi.
Al siguiente día asisto al show Kà, del Cirque du Soleil, en el MGM Grand. Pero antes de entrar, reservo una mesa en L’Atelier, a cargo del chef Joël Robuchon, quien tiene otro restaurante con su nombre en el mismo hotel, el cual posee tres estrellas Michelin. En L’Atelier, la comida es preparada para ti en una barra frente a la cocina. Cada explicación y sabor es sensacional.
- Todo es un espectáculo
Kà es uno de los shows más reconocidos en Las Vegas, y se nota. Basta con observar su gigantesco escenario, que consta de una plataforma móvil. Ahí tienen lugar batallas épicas perfectamente coreografiadas donde los artistas no pierden el equilibrio nunca, a pesar de encontrarse en una “pared” que cambia de inclinación constantemente, e incluso se vuelve vertical.
One y O también son espectáculos famosos del Cirque du Soleil. En ciertas temporadas, existen tours al backstage de algunos espectáculos.
En camino hacia el club Hyde, en el Bellagio, vuelvo a encontrarme con un desfile de looks excéntricos: vestidos de noche recién salidos de boutique de lujo, lentejuelas, atuendos diminutos y tacones que harían sonrojar a Lady Gaga.
Al llegar, veo una fila que abarca un buen tramo del casino, justo afuera del antro. Es casi imposible entrar. Está justificado: es uno de los clubes más conocidos entre los turistas, de esos lugares para dejarse ver. Además, ofrece la mejor vista de las Fuentes del Bellagio, el show gratuito más icónico. Casi de inmediato pierdo esperanza de entrar.
Al final, cambio el Hyde por Chandelier, en el hotel The Cosmopolitan. No es el único bar de moda, pero sí uno de los más bonitos que he visto en mi vida. Su segundo piso está “dentro” de una araña de cristal gigante, que cuelga hasta la primera planta. Se especializa en cocteles.
Las Vegas no se parece a nada que haya visto antes, pues reúne muchas cualidades llevadas hasta la hipérbole: es caótica, misteriosa y seductora a la vez. Es una ciudad para asombrarte, y quizá ese es uno de sus mayores atractivos. Después de unos días, casi llego a sentirme parte de su rareza. Y me encantaría serlo.
Guía del viajero
Cómo llegar
Aeroméxico te lleva a Las Vegas en vuelo
redondo desde siete mil 544 pesos por
persona, con impuestos incluidos.
Dónde dormir
Bellagio. Habitaciones desde 199 dólares.
www.bellagio.com
Sitios web
www.caesars.com
www.cosmopolitanlasvegas.com
www.mgmgrand.com
mandalaybay.com
www.caesars.com/paris-las-vegas
SCHSC